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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine norteamericano sigue empeñado en rebuscar entre las series de televisión para hacer sus argumentos para la gran pantalla aprovechando la popularidad de los personajes de las mismas.
Así los espectadores más veteranos experimentarán cierta nostalgia por los años pasados cuando en los 60 veían las aventuras del desastroso agente 86 en la alocada serie creada por el mítico Mel Brooks, director después de estupendas parodias de todos los géneros cinematográficos, en compañía de su guionista Buck Henry.
No es ésta la primera versión para el cine, ya que antes Clive Donner hizo El disparatado superagente 86 (1980), con Don Adams y Barbara Feldon.
Maxwell Smart es un agente altamente intelectual pero muy torpe, un analista de la agencia secreta Control, que sueña con ser espía hasta el momento en el que le llega su oportunidad al ser atacada la agencia y amenazado de bomba el presidente de los Estado Unidos de un ataque terrorista por parte de la organización de espionaje criminal Kaos.
Pero Smart no estará solo, ya que contará con la ayuda de la atractiva, sexy y letal Agente 99, para su disgusto.
Sin embargo el dúo comienza por combatir a sus enemigos lanzándose en paracaídas desde un avión aterrizando en territorio enemigo ruso y perseguido por un matón de más de siete pies de alto y 400 libras, conocido como Dalip.
Una vez más, se trata de reescribir la serie adaptándola a los tiempos que corren y conservando algunas de sus características que le hicieron famosa, como los títulos de créditos con puertas que se abren a su paso o la música de la sintonía puesta al día, así como los efectos especiales o los artilugios que emplea en claro homenaje a la serie de películas de James Bond como igual ocurre con el paso de baile que se marca como sucedía en Nunca digas nunca jamás (1983) de Irvin Kershner, con Sean Connery y Kim Basinger, en este caso no con un tango sino con una moderna versión del bayón de la película Ana (1951), de Alberto Lattuada con Silvana Mangano y Raf Vallone, que es de lo mejor del film.
El flojo guion deja traslucir ciertas debilidades debido a la poca sustancia de un argumento sin sorpresas, que posiblemente diera bien para un capítulo de la serie, pero que al tratarse de un largometraje se alarga hasta hacerse algo monótono, confiando siempre en los gags y el trabajo actoral que salpica de sonrisas el protagonista con sus gansadas trasladadas de la serie al cine.
Peter Segal, director de Ejecutivo agresivo (2003), especialista en comedias, se apoya en la comicidad de Steve Carell que imita lo mejor que puede al original Dom Adams y logra una comedia entretenida, para pasar el rato.
Premio BMI a la música de Trevor Rabin. Premio Teen Choice a la mejor comedia. Premio W3 al mejor show.
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