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CRITICA
Por: PACO CASADO
El auténtico cine independiente es el que se hace con escaso presupuesto y mucha inteligencia. El guionista y director de Pi sableó a sus amigos con la promesa de devolverle el dinero, con intereses si daba beneficio, rodó el film en 16 mm., en blanco y negro y tras conseguir el premio a la mejor dirección en el Festival de Sundance 1998, parece que ha podido cumplir la promesa a sus deudos.
Aronofsky ha corrido un gran riesgo, ha hecho una apuesta atrevida renunciando a toda concesión al espectáculo, como es hacer un thriller en el que el protagonista no intenta investiga un crimen, sino averiguar el misterio del número Pi, lo que lleva a cabo en su claustrofóbico refugio hasta donde es perseguido por los magnates de Wall Street para que descubra los secretos que rigen la bolsa y una extraña secta judaica para que le ayude a lo mismo, pero con sus lecturas sagradas.
Realizada con poco dinero, pero con inteligencia, hay momentos en los que consigue fascinar al espectador si se deja guiar por este extraño mundo. A diferencia con la exitosa, aunque no lograda, El proyecto de la Bruja de Blair, aquí la realización está hecha con modestia, en un blanco y negro acentuado en el que no hay gama de grises, sin epatar con extraños movimientos de cámara que mareen al espectador, con una estupenda banda sonora de Clint Mansell que apoya muy bien a las imágenes y que provoca el desasosiego.
Auténtico cine experimental, underground, con un principal protagonista en Sean Gullette que da bien el papel, en un auténtico producto de cine independiente, que posiblemente no interese a muchos, pero ahí queda una muestra honrada e inteligente de lo que es este cine ante tanta película falsa que se apunta al mismo.
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