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CRITICA
Por: PACO CASADO
Últimamente no nos suelen llegar muchas producciones italianas a nuestras carteleras, como ocurría en otros tiempos con tan buenas comedias que disfrutamos en su momento, con notables directores y estrellas conocidas mundialmente, algo que echamos de menos, pero de vez en cuando se nos proporciona algún que otro título, como es el caso de 'La alegría de las pequeñas cosas' (2019), de Daniele Luchetti.
Como cada mañana Paolo se sube a su escúter para ir al trabajo, pero esta vez lo hace por la tarde para ver un partido de fútbol.
Al atravesar un cruce con el semáforo en rojo, como suele hacer habitualmente, un camión lo arrolla y Paolo fallece en ese mismo instante.
Pero por un error de cálculo en el cielo, en donde no ha sido tenido en cuenta alguna cuestión, Paolo obtiene una hora y media más para vivir después de haber muerto, que es a lo que equivale ese fallo que se ha cometido, y que es también lo que dura esta película.
90 minutos más para conseguir lo que realmente cuenta en esta vida, estar con las personas que más se quiere, aunque cuando se está vivo a veces no nos damos cuenta y nos entretenemos en otras cuestiones que no son tan importantes o perdemos el tiempo tontamente y no estamos con ellos, hasta que llega un momento en que inevitablemente los echamos de menos y es cuando ya no están, sin que tenga entonces remedio.
Después de sufrir ese accidente mortal, Paolo regresa a la tierra sólo por 92 minutos más, acompañado por el funcionario que ha cometido el error, que constantemente hace acto de presencia en cualquier lugar recordándole el tiempo que le queda de estar en la tierra para volver al paraíso.
El centro argumental de la cuestión está en la relación que tiene en esos momentos con Ágata, su esposa, con Aurora, su hija mayor y Filippo, su hijo pequeño, así como algunos amigos con los que suele ver el fútbol en el bar, pero ahora no tiene tiempo, a pesar de que su equipo juega un partido importante que le puede aupar a la primera división.
Entre tanto recuerda algunos momentos de su vida e incluso infidelidades con otras mujeres que no son su esposa, a la que también evoca en esos primeros momentos en los que la conoció.
Realmente el tema no es nada nuevo, ya que con anterioridad se hicieron otros films con este mismo tema de los que se podrían citar varios de ellos como Qué bello es vivir! (1946) o El cielo puede esperar (1978), entre otros que además eran más divertidos y estaban más logrados.
Éste tiene un guion basado en la novela publicada en 2010 Momentos de inadvertida felicidad de Francesco Píccolo, autor que ha escrito su adaptación en compañía del director Daniele Luchetti, que como realizador tiene más de una docena de títulos filmados, de los que tan sólo le conocemos Mi hermano es hijo único (2007), una aceptable comedia que participó en la sección oficial Festival de cine europeo de Sevilla y posteriormente se vio en las salas comerciales, siendo éste que comentamos el segundo suyo que le vemos.
La historia está plagada de numerosos flash backs de esos recuerdos de la vida del protagonista, introducidos sin orden cronológico, que no siempre son los más simpáticos o divertidos, mientras que otros, los del presente, acuciado por el tiempo que le queda a Paolo, son más emotivos, en su estancia con su esposa y con sus hijos.
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