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CRITICA
Por: PACO CASADO
Vincent Van Gogh, tras fracasar como predicador enviado por la sociedad belga de los Mensajeros de la Paz a una cuenca minera, recobra su ya antigua y casi olvidada vocación por el dibujo.
Voluntariamente marginado, se instala en La Haya y empieza a trabajar el color.
Su hermano Theo pretende llevarselo a París para que se profesionalice en su trabajo, pero Vincent se niega a abandonar sus raíces flamencas, sus paisajes, sus gentes, sus costumbres, a las da un tratamiento insospechado. Finalmente acaba cediendo a la llamada de París, donde entra en contacto con el Impresionismo.
Paul Gauguin le convence para que se traslade a Arles, en la Provenza, donde su obra va surgiendo al compás que crece su carácter díscolo.
Paul Gauguin se le une constituyendo la explosión de dos genialidades.
En muchas ocasiones lo hemos dicho, que uno de los géneros más difíciles de llevar a la pantalla es el biográfico, por la dificultad que encierra narrar los hechos más sobresalientes de la vida de una persona en dos horas aproximadamente, si además se trata de alguien con ideas propias y renovadoras como es la de Vincent Van Gogh, un artista que rozaba la genialidad pero que vivía torturado debido a su obsesión por la pintura, que se ganó el respeto de muchos pintores, especialmente de Paul Gauguin.
Lo único bueno en su vida fue el apoyo siempre constante de su hermano Theo.
Este es uno de los mayores problemas con los que ha debido enfrentarse Vincent Minnelli, director polémico, emparentado en un principio con el género musical, bandera a pesar suyo de ciertas corrientes críticas, de una personalidad indudable cuya filmografía es casi totalmente conocida en nuestro país, por lo que el aficionado puede hacerse una idea bastante exacta de su personalidad.
Emparentado con Stanley Donen y Gene Kelly formó la triada gloriosa del mejor musical americano del que nos ofreció varios ejemplos, pero además nos ha dado otras grandes muestras de su talento de comediante e incluso de autor dramático, cuyo cine se ha basado siempre en una observación minuciosa, en un gusto por el detalle y el matiz que lo han calificado de exquisito.
Vincent Minnelli no se queda en un esteticista, sino que sabe trascender dándole una indudable profundización a los caracteres de los personajes y las situaciones, que gusta de los estados conflictivos, que los presenta en momentos claves para conocerlos más a fondo, lo que se puede ver perfectamente en esta biografía de Van Gogh, un pintor fiel en su espíritu que saca adelante satisfactoriamente a pesar de las dificultades que debió tener.
El primer aspecto ha sido soslayado con facilidad, ya que biográficamente se adapta a la perfección a los hechos reales, basados en la novela de Irving Stone, pero sin embargo en cuanto a las ideas hay algo que no queda muy claro en la personalidad de este genio de la pintura, de cómo representar plásticamente en imágenes lo que llevaba en su cabeza y también la causa de su neurosis.
La primera parte está satisfactoriamente resuelta por un veterano director como Vincent Minnelli, porque es quien mejor podría hacerlo, ya que él es también un pintor que en lugar de pinceles utiliza una cámara de cine.
En cuanto a la ambientación hay momentos en los que Minnelli se regocija y recuerda su estancia en los bares y bulevares de la ciudad de la luz de cuando rodó 'Un americano en París' (1951), aunque esta película sea muy distinta a aquella otra.
Construida con una profundización dramática de la personalidad fascinante del pintor, 'El loco del pelo rojo' (1966) mezcla hábilmente el retrato puramente biográfico del protagonista con una serie de temas y constantes muy queridos por el director, porque vemos en él una muestra indudable de la manera de hacer de un autor cinematográfico al que hay que considerar como uno de los realizadores que hace un cine más personal y sincero.
Han debido ser muchas las horas que haya utilizado el director americano en estudiar la gama de colores que usaba el pintor holandés, ya que hay momentos en los que las imágenes son un auténtico puro calco de sus pinturas, de sus cuadros, tanto en la forma de encuadrar como en el color.
Técnicamente es muy interesante, porque nos muestra la personalidad y el genio del personaje en una gran interpretación de Kirk Douglas que realiza un excelente papel por el que ganó el Globo de oro, muy bien seguido por Anthony Quinn como Paul Gauguin por cuyo trabajo obtuvo el Oscar.
Quizás fuera necesario tan largo metraje, pero hay momentos en los que pesa, si no fuera por el recreo que supone contemplar tan bellas imágenes.
Oscar a Anthony Quinn como actor de reparto. Globo de oro a Kirk Douglas. Premio de los críticos de Nueva York a Kirk Douglas. Premio NBR.
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