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CRITICA
Por: PACO CASADO
El tema bélico se ha repetido hasta la saciedad a través de la historia del cine. Las escenas de batallas, tiros y muertes, están muy vistas sin que ya nadie pueda alegar ignorar sobre la bondad o maldad de las secuencias de guerra.
En sí el conflicto bélico es un gran tema para los grandes artistas que encuentran en esos hechos un medio idóneo para el desarrollo de sus ideas sobre la humanidad.
En esta ocasión la historia se desarrolla en las selvas de Birmania, durante la Segunda Guerra Mundial, donde el capitán Tom Reynolds entrena a los nativos de Kachin para montar peligrosas operaciones encubiertas en la lucha armada para detener el avance de las tropas japonesas.
Pero la guerra en un terreno hostil y desconocido es realmente dura para todos los soldados que intervienen en ella.
Reynolds, sin embargo, encuentra consuelo en su relación amorosa con Carla Vesari, la amante de un ejecutivo local.
Producciones de corte pacifistas se han realizado algunas y ahí está los ejemplos de La gran guerra (1959) que era un alegato contra un estado de cosas; De aquí a la eternidad (1953), un canto al valor y a la dignidad; El puente sobre el río Kwai (1957), y así podríamos continuar con muchos más ejemplos.
Pero hay una legión de películas que se quedan en la superficie, que únicamente pretenden agradar o distraer con los espectaculares combates, sin ningún móvil determinado, como no sea el de ser comercial o el de impulsar a sus realizadores.
Pero aún hay otro grupo, el de los films pretenciosos en los que el director quiere hacer un drama, o una bella historia y se ha quedado en la superficie, sin afrontar con valentía el problema.
Esto es lo que le ha ocurrido a John Sturges en esta ocasión.
Tenía un material inestimable, una materia prima excelente, con un guion de Millard Kauffman basado en la novela de Tom T. Chamales que cuenta la historia real del destacamento OSS 101 diseñado para especializarse en misiones especiales y, por falta de valor, o quizás de talento, no ha sabido aprovecharlo.
Ha incurrido en el error de los novatos de la desproporción narrativa, ha derivado, al mismo tiempo por los fáciles caminos de la comercialidad, del sex appeal.
Por otra parte no se ha dibujado correctamente la psicología de los personajes, sus reacciones se manifiesten a saltos a lo largo de la trama y, sobre todo, no acabamos de saber quién es quién.
Podría aducirse que es una obra de corte marcadamente narrativa y no dramática, es cierto, pero ahora bien, la narración requiere, con mayor imperativo, que el drama tenga una perfecta estructuración y una determinada unidad de propósitos, si no, el receptor se despista y al final no entiende nada.
En el aspecto técnico, John Sturges, realiza una labor de puro oficio, sin altibajos y sin grandes aciertos.
Tiene una buena fotografía en color de William H. Daniels y la interpretación es irreprochable por parte de todos, con Frank Sinatra como el comandante poco ortodoxo, pero con la excepción de Gina Lollobrígida que naufraga en esta clase de papeles.
Lo mejor que podríamos aconsejarle es que se vuelva a su Italia natal, ya que en los Estados Unidos no hará nada.
Los notorios y profundos cortes de censura que pueden verlos hasta las personas menos versadas en la cuestión del ritmo cinematográfico, hacen que la cinta, quizás debido a ello, esté falta de unidad, aunque no creemos que sea debido a las mutilaciones, porque los baches son evidentes y las posibles escenas eróticas suprimidas poco podrían aportar.
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