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CRITICA
Por: PACO CASADO
Rodada después de Besos robados (1968) y antes de El pequeño salvaje (1970), con 'La sirena del Mississippi' (1969) François Truffaut presenta más claramente que nunca su dualidad creativa, entre el rosa y el negro, el idilio amoroso y la intriga policiaca.
De nuevo adapta para el cine una novela del escritor William Irish, que en este caso cuenta la historia de Louis Mahe, un rico propietario de una plantación de tabaco en la Isla Reunión, que está cautivado por la belleza de Julie Roussel una misteriosa mujer que tiene un pasado algo oscuro, con la que está deseoso de contraer matrimonio, a la que sólo la conocve a través del correo.
En este caso Truffaut escribe el guion en compañía de Cornell Woodrich, con otra historia sobre la pasión, en la que lo único que importa es el amor.
Como ya hizo con otra novela de Irish, como era 'La novia vestía de negro' (1968), aquí vuelve Truffaut a narrarnos una historia de intriga y suspense con la base de una anécdota, bajo la cual se esconde toda una serie completa de sentimientos y de reacciones puramente humanas.
La narración comienza con la intriga que se desarrolla en un ambiente exótico, muy al estilo de las películas de Alfred Hitchcock, en la que una mujer está bajo sospecha, hay un abandono y un posible crimen.
A este inicio sigue un núcleo central en el que, debido a unas determinadas circunstancias, la historia da un vuelco y los personajes cambian ahora sus papeles y tras ello da origen a la parte final con el idilio y el devenir para atrás y hacia adelante de un amor, en el que se produce la entrega de dos personas, aunque cada una lo haga de un manera diferente.
Toda la primera parte es narrativa, en cambio en la segunda se convierte en contemplativa y mientras que en aquella se concentra en contar, en esta segunda únicamente se trata de describir a los personajes.
Debido a ello, el film se muestra ágil al principio, pero resulta algo moroso en toda la mitad que corresponde al desenlace, por ello prende primero la atención del espectador pero termina cansando a aquellos que únicamente se fijen en lo que es la trama argumental, no obstante es emocionalmente, intensa en muchos momentos, con algunos giros que sorprenden a veces.
La cinta cabalga entre una intriga policíaca y una historia de amor loco.
En esta película François Truffaut demuestra tener ya una madurez realmente admirable, demostrando el director francés un equilibrio envidiable, entre un cine profesional y un producto intimista como pocos.
En este film coexisten la intriga, el suspense y el drama con las escenas personales, lo novelístico que aporta el escritor William Irish y el aspecto amoroso que se centra en la figura de Catherine Deneuve, en la que tiene ocasión de demostrar la profesionalidad de la actriz y los sentimientos que se originan a lo largo del interesante relato.
El resultado es una cinta notable tanto en la faceta de intriga como en la otra, aunque tal vez resulte más conseguida la primera parte, que es cuando el autor crea un auténtico clima de suspense a base de pequeños detalles y observaciones de cada uno de sus personajes.
Pero al mismo tiempo también hay que rendirse ante la sinceridad que se derrocha en toda la segunda mitad, en su amor a los distintos protagonistas, en su esperanza final en la unión definitiva de ambos.
Una obra muy bien hecha y al mismo tiempo atractiva, en la que resulta curioso que canse y desconcierte a los espectadores, que no aceptan una conducta insólita que resulta ilógica en el protagonista, ya que están demasiado acostumbrados quizás a que todo se desarrolle en la pantalla dentro de unos cauces normales que a veces resultan tópicos y repetidos, que no es éste el caso.
En definitiva, una nueva película indirectamente autobiográfica de Truffaut, en la que vuelve a confirmar, una vez más su valía y su personal visión del mundo, entre romántica y aventurera.
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