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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una vez más Henri Verneuil vuelve a repetir su fórmula preferida de cine policiaco de gran acción, repleto de escenas espectaculares que no dan respiro al espectador contando con su buen pulso narrativo que siempre ha sido así en casi todas sus películas, a lo largo de su filmografía.
Es un gran artesano que sabe narrar perfectamente las historias que cuenta y dota a sus films de la necesaria comercialidad debido a su tendencia a la espectacularidad, apoyando así sus notables éxitos que ha conseguido hasta ahora con sus cintas precedentes.
Todo esto hace de Verneuil uno de los artesanos más seguros del cine francés, seguidor de las huellas del mejor cine negro norteamericano.
Su cine posee muchas de las características de ese cine policiano yanqui, pero siempre pasado a través del filtro del cine galo que le dota de signos característicos y singulares del género que le dan una personalidad especial frente a las producciones estadounidenses de este tipo convirtiéndolo en el polar francés.
A pesar de la extensa duración que poseen generalmente sus producciones, su peculiar manera que tiene de narrar, sin baches y sin desmayo, hace que sus obras tengan una notable agilidad, consiguiendo no aburrir nunca al espectador.
Todas estas notas características que hemos apuntado sobre las películas del director francés, pueden ser aplicadas, una vez más, a la que comentamos, Pánico en la ciudad (Peur sur la ville), film que por otra parte parece estar pensado y creado para mayor gloria y exhibición de las facultades atléticas e interpretativas de un buen actor como es Jean-Paul Belmondo.
Para ello no hay más que analizar esta cinta y ver cómo las escenas están creadas en función de lo dicho.
Cuenta la historia del comisario Jean Letellier y el inspector Moissac que están rastreando las huellas de Minos, un asesino en serie, cuyas víctimas son todas mujeres, lo que está ocasionando el pánico en las calles de París.
La película se enclava en ese clase de cine moderno en donde la acción inunda todo el contenido argumental, situándose en la moda de mostrar la peculiar forma de actuar de un policía al margen de los cauces normales y legales que le impedirían muchas de las acciones llevadas a cabo en el desempeño de hacer cumplir la ley y brillar la justicia y que le sitúa a veces al mismo nivel que los propios malhechores al emplear sus mismas armas, métodos sucios y acciones delictivas pero con los más sanos propósitos.
En esta ocasión el comisario Jean Letellier corre por los tejados parisinos de las Galerías Lafayette, por el techo del Metro a toda velocidad o ejecutando el arriesgado descuelgue desde un helicóptero para entrar por la ventada de un edificio en espectaculares acciones, la mayoría de ellas perfectamente realizadas sin doble o persiguiendo a los malhechores por el abigarrado tráfico de las calles de París.
Por todo ello exhibe las posibilidades atléticas de un actor superdotado físicamente como Belmondo que sale airoso de estos arriesgados ejercicios circenses.
Un personaje un tanto estereotipado, histriónico y simpático en muchos momentos, pero superficial como resulta en definitiva todo el guion en el que se trata de la búsqueda de ese maníaco sexual y la venganza y captura de un peligroso gángster.
En definitiva, un film comercial que hace las delicias de los espectadores amantes de este género en el que no falta la acción a lo largo de toda la proyección y en cantidades abundantes para satisfacer sus apetencias.
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