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CRITICA
Por: PACO CASADO
'The Vigil' (2019) llega a la cartelera para cubrir la cuota de terror que no falta cada semana, después de pasar por el Festival de cine de Toronto y ser la elegida para la clausura del de Sitges de 2019.
Tras aceptar convertirse en shomer nocturno, una práctica judía ortodoxa de carácter sagrado en la que una persona vigila el cadáver de un miembro de la comunidad, en este caso sobreviviente del holocausto que acaba de fallecer, Yakov Ronen, un joven que recientemente perdió su fe, descubre que la casa donde ejerce la vigilia está poseída por una terrorífica entidad malévola.
La historia comienza con una reunión de miembros de la comunidad judía de Boro Park, en Brooklyn, a la que asiste Yakov y a la puerta le espera Reb Shulen, el rabino de una sinagoga cercana que, sabiendo que atraviesa por un momento de apuros económicos y anda mal de dinero, tras un previo regateo lo contrata por 400 dólares para que haga de shomer en la casa de la señora Litvak, una mujer que está enferma y padece algo de demencia senil, cuyo marido ha muerto ese mismo día y el shomer que habían concertado ha renunciado.
Al amanecer llegarán los empleados de la funeraria para llevarse el cadáver y terminará su trabajo.
Yakov es un hombre que acude a terapia con un psiquiatra porque tiene remordimientos desde que su hermano pequeño murió, sin que él hiciera nada por evitarlo, a manos de unos desalmados, por lo que padece estrés postraumático y con frecuencia suele tener pesadillas con ese tema, además de haber perdido la fe y tener un carácter débil y enfermizo por lo que constantemente está medicándose.
En esas circunstancias en los confines claustrofóbicos de la habitación donde tiene que pasar esa noche, las pesadillas le asaltan, así como las visiones de algo que no existe, sufriendo los ruidos que se oyen en la habitación y con algunas visitas que le hace la viuda, la cual ya le advierte al llegar y le aconseja que se vaya, así como alguna llamada a su psiquiatra y a una amiga que ilustran el tiempo.
La historia, que se desarrolla durante cinco horas, nos descubre esa práctica judía que desconocíamos, elegida como tema para esta película de terror, pero al tratar de hacerla prácticamente con un solo personaje en escena en la casi hora y media de duración, es sin lugar a dudas un desafío difícil y no superado.
Este melodrama, con un carácter intimista y una atmósfera insana, una trama cercana a lo teatral, cae en todos los tópicos del género, de apariciones, luces intermitentes, golpes de música, sobresaltos, ruidos, visiones, pesadillas y sobre todo una música atronadora que a veces más que notas musicales son ruidos para hacer entrar al espectador en el ambiente terrorífico que se pretende en todo momento.
Esta ópera prima del guionista norteamericano Keith Thomas, que se ha encargado también de confeccionar el guion de la absorbente historia, que sorprendió a los espectadores en el Festival de Sitges, está realizada con un escaso presupuesto, con una puesta en escena opresiva, prácticamente en una habitación, con la que pretende dar una vuelta de tuerca al género de terror en el que nos muestra un nuevo universo donde este joven tendrá que poner a prueba su fe y aceptar los terribles acontecimientos de su vida anterior.
Para ello vivirá esa noche que se convertirá en una auténtica pesadilla durante la vigilancia de un extraño cadáver que dará lugar a una serie de fenómenos que le enfrentarán a sus propios fantasmas que viven dentro de él.
El film es uno más de este género de terror sobrenatural realizado de cara a los amantes de esta clase de relatos.
La fotografía contribuye con su escasa iluminación al clima terrorífico y la música abusa del elevado volumen.
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