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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es frecuente que veamos en las pantallas comerciales una producción búlgara, entre otras cosas porque es una cinematografía con una producción anual muy corta, salvo cuando se trata de autores muy conocidos y relevantes, e incluso también en esos casos el espectador y el crítico tienden con demasiada facilidad a encasillar en un único apartado todo el cine que viene del Este encerrado en el encasillamiento temático que suele ser frecuente en esos países.
Es verdad que todos ellos tienen unas constantes temáticas muy similar de abordar los argumentos y una semejanzas formales que dan pie a que se igualen, pero cuando se conoce más su cine se pueden desglosar y clasificar mejor sus características.
Sin embargo envía sus mejores producciones con gran frecuencia a cuantos festivales se le ponen a mano, y es en ellos en donde hemos visto algunas muestras de ellas y así tenemos un mayor conocimiento de su cine, un tanto primitivo aunque de cierta calidad formal.
Así, cuando le sale una película bastante redonda como es ésta, la pasea por diversos festivales, acudiendo entre otros a la Mostra de cine de Venecia, a la Semana de cine de autor de Benalmádena y al año siguiente a la Semana de cine de Valladolid.
El film llama la atención por su historia y porque se sale de lo corriente en su cinematografía.
Tenemos aquí un planteamiento que se acerca más a los mitos populares rurales, abandonando el marco urbano y la problemática moderna, tantas veces anclada en la pasada Guerra Mundial, así como un gusto por la descripción de unos ambientes o unos ritos muy presentes en la destacada escena de las máscaras.
No obstante no se abandona el sentido de clave que poseen sus historias con relación a la actualidad del país, aunque el relato se sitúe en el siglo XVII durante la ocupación del Imperio otomano, en donde se lleva a cabo la violación y muerte de la esposa del pastor Karaivan, a cargo de cuatro matones, consiguiendo salvar a su hijita María de pocos años y promete tomarse venganza posteriormente.
Educada la niña en el odio tan sólo será por fin el amor lo único que le devuelva su humanidad a la joven y la conciencia de los crímenes cometidos.
A un nivel argumental, al margen de la historia de venganza, reflexiona sobre la inutilidad del aislamiento y el individualismo llevado a extremos y del que la rebelión espontánea y lógica de la chica es un buen ejemplo.
Construida casi exclusivamente sobre dos personajes, no supone monotonía o repetición, ya que Andonov narra con soltura las hazañas del padre y la hija llevando la narración con buen pulso.
Todo el relato está expuesto con una gran sencillez e ingenuidad en la forma de mostrarlo, con imágenes fluidas y llenas de vivacidad, a lo que ayuda perfectamente el pintoresco paisaje en que se desarrolla la acción y la excelente fotografía en blanco y negro de Dino Kolarov.
De esta forma la historia resulta esquemática, lineal, perfectamente asequible a cualquier espectador aunque no llegue a desentrañar las claves de una Bulgaria ocupada, de la lucha constante contra el opresor, del odio encerrado en los habitantes del lugar para combatir y conseguir la libertad.
Methodi Andonov dota a la cinta del pulso y el ritmo necesarios y consigue un buen trabajo de sus principales intérpretes, Katia Paskaleva y Anton Gorchev, Milen Penev, Kliment Denchev y Stefan Mavrodiyev.
Lástima que este interesante director búlgaro muriera dos años después, en la flor de la vida, cuando su obra empezaba a cuajar definitivamente.
Película de indudable calidad artística a la que va unida también la comercial gracias a las atractivas escenas que posee.
Hugo de plata en el Festival de Chicago. Premio especial del jurado en Karlovy Vary. Premio Golden Rose especial del jurado y del público.
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