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CRITICA
Por: PACO CASADO
Desde 1945 a 1952 aproximadamente, proliferó en los Estados Unidos un tipo de cine llamado drama psicológico que aprovechó la aportación que la literatura elegante y folletinesca de aquella época.
Lógicamente esta clase de películas, que en aquel entonces consiguió un cierto favor del público, fue relegada a un segundo término debido a la ofensiva de la televisión que obligó a los productores a buscar nuevos recursos técnicos o, por lo menos, a exigir algo nuevo a los creadores de Hollywood y así surgieron nuevos sistemas de proyección como fue el caso del CinemaScope.
A esas alturas, el cine británico también se contagió de ello y hoy día, aquel tipo de cine, tarado con una extraordinaria carga literaria y mal realizado, suena a rancio, falto de sentido y sobre todo, lo que es más importante, sin la indispensable calidad cinematográfica que hoy se le puede exigir a un realizador.
A ese tipo de cine pertenece 'Brumas de inquietud' (1958) que cuenta la historia de una corresponsal de guerra norteamericana que se enamora de un reportero de la BBC, pero su relación parece condenada al fracaso desde el inicio.
A través de ello trata de hacer un intento de análisis psicológico de un amor, estropeado en gran parte por la mala calidad artística del film, algo que sí tenía por ejemplo 'Vivir un gran amor' (1955), de Edward Dmytryk, basada en la novela de Graham Greene, con Deborah Kerr y Van Johnson, que consiguió reflejar perfectamente el mismo tema, y por otra parte por la desafortunada interpretación de Lana Turner al tratar de hacer su papel.
Claro que tampoco el trabajo de Lewis Allen como director reúne el indispensable nivel de calidad como para considerarlo un realizador cinematográfico de cierto nivel, ni tampoco el guion de Stanley Mann, basado en la novela de Lenore J. Coffe, es algo como para envanecerse.
Todo esto reunido produce una cinta tediosa, sin interés, en la que el espectador no se implica desde el primer momento y cuyo final tampoco convence.
En el apartado interpretativo no es más que un melodrama como vehículo para una estrella como Lana Turner y un escaparate de ascenso para Sean Connery, que no acaban de convencer.
Puestos a encontrarle algunos valores destacaríamos la fotografía de Jack Hildyard rodada en VistaVision.
Efectista y mala resulta la partitura de Douglas Ganley que colabora a malograr el conjunto.
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