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CRITICA
Por: PACO CASADO
El enfant terrible de la crítica francesa, François Truffaut, llegó un día a la dirección cinematográfica y vio palpablemente lo que era contar una historia en imágenes.
Las perspectivas eran distintas de las del crítico ya que la obra es vista desde otro lugar.
Truffaut no sólo es un gran director sino también uno de los más destacados de entre los que formaron aquel joven grupo de creadores con aires renovadores que fue la Nueva Ola Francesa.
Posiblemente el personaje más querido y apreciado de todos los que han salido de su pluma o de sus películas sea el de Antoine Doinel, aquel niño pícaro y travieso que era recluido en un reformatorio y que se escapaba para poder ver el mar en Los 400 golpes (1959) y del que continuaría su historia en el episodio de El amor a los 20 años (1962) y en Besos robados (1968) para culminar en 'Domicilio conyugal' (1970).
A lo largo de esto tres films y un sketch hemos conocido cada vez más a Antoine Doinel y sabido algo más de Truffaut, ya que el autor ha vertido un poco de su vida en él.
Desde la adolescencia hasta el descubrimiento del amor, desde el noviazgo hasta el matrimonio.
Cuatro etapas, cuatro cintas realmente hermosas que terminan cerrando así el ciclo de forma perfecta y acabada.
Doinel ha sido el eje central, la figura que ha permitido ir estudiando a la vez el comportamiento del ser humano en las distintas etapas de su vida, sin olvidar a la sociedad que le rodea.
En el año 1959 comenzaba François Truffaut a contarnos la historia de Antoine Doinel, un personaje que ha sido centro y eje de varias de sus películas y que tiene un algo o un mucho de autobiográfico, de experiencia personal.
Este protagonista se ha hecho simpático a lo largo de varios films, entre otras cosas porque siempre ha sido encarnado por la figura de Jean-Pierre Leaud, que debe toda su experiencia como actor a este director que fue quien le metió en el mundo del cine. Ambos se han sentido cómodos trabajando juntos.
Casi otro tanto ha ocurrido con Claude Jade, a la que incorporó a la serie en el reparto de Besos robados (1968) donde interpretaba a Christine, la novia de Doinel, que se convierte en esta cinta en su esposa con la que vive en París, donde han de ganarse la vida y luchan por mantener su felicidad aunque el barco de la fidelidad a veces naufrague azotado por la tormenta de los celos o la tentación.
Ahora está ya casado con Christine, que está embarazada, mientras él tiene un romance con una japonesa que pone en peligro su matrimonio.
No obstante esta película es una muestra del orgullo de la paternidad ante el primer hijo en un matrimonio joven.
Truffaut ha utilizado el personaje como vehículo portador de una crítica social del entorno que rodea a la pareja y el comportamiento de ésta frente a la sociedad, en las distintas etapas de la vida.
Desde el travieso muchacho que se escapa del reformatorio, hasta llegar a ser un responsable marido y padre de familia, orgulloso de su paternidad, que pretende que su hijo sea un nuevo Victor Hugo.
Con este film, según declaraciones del propio creador del personaje, pone fin a la serie, en este caso con una despedida alegre con esta divertida comedia en donde el director, los actores y el equipo técnico hacen una vez más alarde de sus amplios conocimientos cinematográficos, con un notable guion al que con la fotografía de Néstor Almendros nos da en frescas pinceladas un vivo retrato actual y delicioso a la vez que divertido con buenos momentos de excelente puesta en escena.
Una cinta de calidad como corresponde a la categoría de un director tan importante como François Truffaut.
Premio National Board of Review, USA.
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