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CRITICA
Por: PACO CASADO
En una tranquila ciudad de provincias de Georgia, en una comunidad de testigos de Jehová el pastor explica la palbra en la que Dios pone a prueba a Abraham (y la diretora a los espectadores).
A poco de empezar es atacada por un grupo extremista con un coctel molotov que provoca un incendio que hace que se queme la casa, aunque no ha habido muertos ni heridos.
David, el pastor, se marcha Tiflis para hablar con la comunidad para que le ayuden a reconstruir lo que es su iglesia y centro de reunión.
Las cámaras han captado las imágenes de quienes han cometido el atentado, pero la propia policía le pide que las borre y que retire la denuncia, porque al parecer la presencia de la comunidad de Testigos de Jehová molesta a la sociedad de ese municipio eminentemente católica ortodoxa.
El matrimonio entre David y Yana no acaba de funcionar, ella está deprimida y parece arrepentida de haber dejado su carrera de actriz y haberse casado con ese hombre represivo, mientras trata de encontrarse a sí misma dudando de su fe y luchando por sus deseos incumplidos.
Yana es una mujer oprimida en su entorno familiar, social y religioso relegada a un papel secundario que le deja insatisfecha.
Mientras David está fuera Alex, un policía, visita a Yana, y en lugar de interrogarla sobre el suceso, la acosa sexualmente de forma verbal.
Al marido le mandan una grabación de esa conversación y le pide explicaciones y ella que termina confesando que ha sido violada en una segunda visita, pero no se defiende, más bien se culpa por ello ante el acoso del marido que acaba perdonándola, en lugar de defenderla.
No acabamos de entender esa manera de actuar y de reaccionar de los habitantes de los países nórdicos, ni tampoco la frialdad con que se toman los hechos, tal vez sea que tenemos una forma de pensar y de actuar latina, de sangre caliente.
No queremos seguir exponiendo más detalles de esta breve historia, tremendamente alargada innecesariamente, a base de planos larguísimos (tómese de ejemplo los 5'30" minutos de Yana tumbada en la yerba del parque durmiendo a plano fijo) como tampoco la actuación de Yana con respecto a Giorgi, su hijo de 8 años, en los minutos finales, como una mala interpretación del sacrificio de Abraham del que se habla al inicio, o la escena de los cazadores y ese desenlace simbólico sobre la palabra evangélica "Polvo somos y en polvo nos convertiremos", en el que se incide, una vez más, en el tema religioso.
Hay escenas que son innecesarias y que se podían cortar fácilmente como acortar esos planos tan largos.
Tal vez haya una explicación y es la presencia entre los productores de Carlos Raygada que gusta mucho de emplear esa forma de rodar en las película que él hace.
El guion cuenta una historia que deja cabos sueltos y en la que se nota una gran influencia religiosa.
La fotografía como suele ser habitual en esas cinematografías es de una estupenda calidad, la música apenas interviene, la interpretación es fría, estática pero correcta debido al carácter de los personajes.
Se trata de la ópera prima de la directora georgiana Dea Kulumbegashvili que narra de forma excesivamente lenta, con una planificación repetitiva que llega a cansar y debería aprender a cortar los planos y no alargarlos sin motivo.
Los espectadores de este film deberán ser muy pacientes para aguantar las dos horas de duración de esta historia de denuncia contra la violencia de género, el machismo, los nacionalismos y la intolerancia religiosa, sin apenas diálogos.
La actuación de los jurados en los festivales es siempre imprevisible.
Mejor película en el Festival de Adelaida. Concha de oro al film, Concha de plata a la dirección y a la actriz Ia Sukhitashvilli, y premio del jurado al guion en el Festival de San Sebastián. Premio Fipresci en el Festival de Toronto. Representante de Georgia al Oscar de habla no inglesa 2021.
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