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CRITICA
Por: PACO CASADO
La ciencia ficción es un género que va a compás con los tiempos ya que empieza a tomar verdadera carta de naturaleza.
En estos momentos en la literatura ha conseguido una obras importantes con las que ha logrado atraer la atención del lector y el asentimiento de los eruditos que hasta ahora se mostraban reaccionarios a admitirla.
Sin embargo el cine de ciencia ficción todavía no ha alcanzado el nivel de la literatura al día de hoy, puesto que va a trasmano, a descompás, inventando temas y argumentos bastante pueriles, en la línea de lo que nos pueden ofrecer los tebeos de kiosco.
El que aquí se cuenta trata del Dr. Stephen Sorenson un científico que padece una enfermedad terminar que le puede llevar al lecho de muerte, que impulsa su proyecto para aprovechar la energía geotérmica de la capa de magma del interior de la Tierra.
Su compañero científico Ted Rampion le advierte del peligro que pueden tener unos resultados que amenazan con destruir el planeta tal como lo conocemos hasta estos momentos.
'Hacia el fin del mundo?' (1965) es una producción más de este género, que destaca por la deficiente caracterización de los personajes, por la falta de seriedad en el planteamiento del tema, y sobre todo por la intención puramente circense con que el director ha concebido poner en imágenes la acción de la misma.
Todo en su argumento se organiza para provocar la admiración del espectador con la terminología científica que se usa, con el empleo de extraños y ultramodernos decorados y el constante abuso de los efectos especiales.
Andrew Marton es un buen director de segunda unidad, que como todos recordarán, fue el autor de la célebre carrera de cuadrigas de la película 'Ben-Hur' (1959), como así mismo también el encargado de terminar el film '55 días en Pekín' (1963), cuando se puso enfermo Nicholas Ray, el director titular, pero ya lleva más de veinte títulos ejerciendo el papel de primer realizador como responsable total de la cinta.
A la hora de la puesta en escena concibe bien el uso de los efectos especiales, se desenvuelve a gusto en las escenas de terror, pero carece de expresividad y de verdadero talento cuando se trata de manifestar los estados de ánimo de los personajes, de dirigir a los actores o bien de matizar debidamente una situación.
Los guionistas Jon Manchip White y Julian Zimet se han quedado en el sensacionalismo y en tratar de meter un problema matrimonial y humano para poder darle un mayor peso a la historia, pero se pierden al no conciliar la acción interna con una evolución convincente.
Es una verdadera lástima porque está filmada con una calidad de imagen excelente y el tema tenía bastantes posibilidades de impacto y de excepcional actualidad por lo dicho al principio, como para al final quedarse en un absurdo desenlace de endeble factura y falto de originalidad, aunque resulta entretenida.
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