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CRITICA
Por: PACO CASADO
La literatura se puede decir que es una de las fuentes más inagotables de la que el cine echa mano en multitud de ocasiones para salvar el bache de la escasez de ideas para hacer guiones escritos expresamente para la pantalla y también porque de esa manera se tiene asegurado un lanzamiento con el éxito que la propia novela haya tenido entre los lectores que desearán ver plasmada en imágenes lo que antes han tenido ocasión de leer e imaginar en sus páginas.
En esta ocasión la elegida ha sido la novela La hora 25 de C. Virgil Georghiu que, tras su publicación en Francia, empezó a cosechar el éxito, lo que por otra parte le valió que fuera elegida para ser llevada al cine pero por otro lado dio ocasión también a la enemistad del autor con su país, Rumania.
Cuenta una historia que tiene lugar en la Segunda Guerra Mundial durante la cual un campesino rumano es denunciado como judío por el gendarme del pueblo porque codicia tener a su guapa esposa y es enviado a un campo de concentración, donde debido a un error es reclutado por las SS.
Tras concluir la guerra los aliados lo detienen por haber colaborado con las SS.
La película ha sido producida con un gran presupuesto por el italiano Carlo Ponti dentro de su plan de grandes films, para la que ha cosechado y logrado reunir a un gran plantel de buenos actores, para que su logro fuera lo más espectacular posible y como base una novela famosa convertida en best seller, tras su prohibición en su día, pero finalmente no le salió una obra muy redonda que digamos.
Sin embargo no ha cuidado en la misma medida el equipo técnico.
Empieza por fallarle el director, un realizador artesano del cine francés, Henri Verneuil, un hombre que aunque es joven y con algunos títulos destacados en su haber, en muchas ocasiones se ve vencido por la potencia del argumento y de los actores.
Tal vez por ello la parte de dirección sea lo más flojo de la cinta, ya que no ha sabido, o no ha podido, mantener el equilibro, poseyendo momentos de bache que hace que se produzcan algunas lagunas y mermen el interés por parte de los espectadores, al no haberle sacado todo el partido debido.
Aunque por otra parte creemos que no es suya toda la culpa, ya que es también en parte por el guion.
La película comienza bien, con agilidad, creando el tipo del personaje que interpreta Anthony Quinn, sobre todo, pero después en la segunda mitad, aunque no dejan de pasar aventuras y de acumular muchas desgracias sobre el humanitario, sencillo y noble personaje de Johann Moritz, el ritmo decae bastante y se llega a hacer un poco monótona, tal vez por el exceso de metraje.
Pongamos en el otro lado de la balanza el buen funcionamiento desde la espléndida fotografía de Andreas Winding, la adecuada partitura musical que se reparten George Delerue y Maurice Jarre, e igualmente el trabajo del equipo artístico, pero debido a los fallos del guion y de la dirección se estropea en parte un gran esfuerzo y lo que podía haber sido un gran film se queda a mitad de camino.
La historia en sí es interesante, así como lo era la novela de la que procede pero hubiera hecho falta una mayor fuerza creadora, un director con más sentido cinematográfico y más inteligente a la hora de ponerla en imágenes.
Una de las cosas que más nos interesan de esta cinta es la portentosa creación que hace Anthony Quinn del personaje de Johann Moritz, el rudo campesino zarandeado por el destino y la guerra, un hombre pacífico que tan sólo desea permanecer al lado de los suyos y poder ofrecerles la máxima felicidad para todos ellos.
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