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CRITICA
Por: PACO CASADO
Jean Negulesco es un director que tiene un buen oficio, que se ha dedicado de un tiempo a esta parte, a hacer cine en Europa, un cine que podríamos calificarlo de turístico.
En todas sus películas de esta época se nota en ellas una gran preocupación por el aspecto documental de las mismas.
En este sentido se deja llevar demasiado de este aspecto descuidando un tanto la personalidad humana de los personajes y el estudio en profundidad de las situaciones que en ellas se plantean que en la mayoría de las veces fluctúan entre lo logrado y lo totalmente falso.
En esta ocasión nos descubre algunos tópicos y motivos de guía viajera, incluyendo imágenes como la fuente de Trevi, la Acrópolis de Roma y siempre con una canción como leit motiv de fondo.
En 'La sirena y el delfín' (1956) ha trasladado las cámaras a la milenaria Grecia y allí coloca la acción del film, en el que se nos cuenta la historia de Fedra, una pobre buceadora, pescadora de esponjas, en la hermosa isla griega de Hydra.
Mientras hace su trabajo descubre una antigua estatua de bronce y oro de un niño montado a lomos de un delfín que se dice que tiene poderes mágicos para conceder deseos.
Mientras que su novio quiere vendérsela a un coleccionista de arte sin escrúpulos, Fedra, en cambio, desea dársela a Jim Calder, un antropólogo que se la devolverá al gobierno griego.
El guion de Ivan Moffat y Dwight Taylor, basado en la novela de David Divine, no se ha detenido a enfocar y analizar su nudo argumental dentro de unas bases de verosimilitud racial.
Sus personajes no encajan en lo que se nos quiere contar.
Por todo ello la cinta se nos queda simplemente en un bello documental con un argumento que resulta bastante ingenuo.
Sin embargo hay que hacer notar que la presentación de la película resulta ser verdaderamente magistral, pero este mérito es exclusivamente de la fotografía de Milton Krasner que luego a lo largo de toda la historia sigue luciéndose en distintas tomas de una gran calidad artística y plástica, siendo uno de los valores más destacados.
Por su parte la música de Hugo Friedhofer es encantadora y sigue el compás que nos van marcando las propias imágenes de la película.
El CinemaScope está empleado con un sentido meramente funcional y el color De Luxe es entonado en ocasiones mientras que en otras tiene unos tonos excesivamente duros para la belleza natural de los paisajes que se nos muestran.
En el aspecto interpretativo destacan la presencia de Clifton Webb y de Sophia Loren, aunque sus papeles son totalmente anodinos y con pocas ocasiones de un verdadero lucimiento actoral.
Los demás actores mantienen un discreto decoro profesional.
Fue nominada al Oscar la música de Hugo Friedhofer. Premio de la revista Boxoffice al mejor film del mes de mayo de 1957.
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