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CRITICA
Por: PACO CASADO
Últimamente el cine francés se está asociando con bastante frecuencia con la cinematografía belga y a decir verdad están consiguiendo producciones bastante interesantes, como lo demuestra esta 'Mi primo' (2020) que comentamos, que tras ser número uno en Francia aquí llega a las plataformas.
Pierre Pastié es el consejero delegado de un gran grupo de empresa familiar que produce uno de los mejores vinos de Francia, que estaba prácticamente en la ruina cuando la cogió y la ha puesto a nivel de competencia mundial.
Está casado, tiene dos hijos y un primo al que no ve hace mucho.
Cuando está a punto de firmar la operación de su vida, debe antes resolver una formalidad, lograr la firma de su primo Adrien, quien posee el cincuenta por ciento del total de las acciones.
Cuando están citados ante el notario, Adrien llega primero y lo único que se le ocurre es salvar un ficus poniéndolo a la luz de la ventana y se marcha sin firmar por que Pierre ha tenido un contratiempo con el ascensor y ha llegado tarde.
Adrien es un soñador, un idealista, un tanto loco que sin embargo está muy feliz de encontrarse con Pierre y únicamente quiere pasar el tiempo con él sin importarle la firma.
Vive en una residencia psiquiátrica cuya directora le confiesa a Pierre que su primo está al límite de la inestabilidad, que sufre el síndrome de las palomitas de maíz que saltan con el aceite y en cualquier momento puede cambiar de estado de ánimo.
Pierre no tendrá otra elección que embarcarse con su primo en un arriesgado viaje de negocios donde su paciencia será seriamente puesta a prueba.
Es una comedia con momentos divertidos y otros serios en los que nos hace reflexionar, por ejemplo en torno al personaje de Pierre, un hombre que vive únicamente para su trabajo, que tiene abandonada a la familia, que no sabe nada de su hija o de su mujer que es concertista de violín.
Es el contraste con Adrien que dentro de su locura vive su vida y en el fondo es más humano que su primo y no tiene inconveniente en cantarle las 40 durante una cena de negocio y cuando Pierre cree que ya no es posible firmar el ansiado y suculento contrato, Adrien lo resuelve a su manera.
La fórmula que emplea este vodevil es antigua pero la manera de emplearla resulta al menos novedosa por el campo en que lo sitúa como es el mundo de los negocios a gran escala.
Una de las cosas que nos gusta en el cine es que nos sorprenda y esta película da ocasión en muchos momentos para ello, con un guion algo previsible, con un humor fácil, pero elaborado, en el que pasan muchas cosas y no da pie en ningún momento al aburrimiento.
Tiene un buen trabajo de un actor consagrado como Vincent Lindon en el papel de Pierre y reconocemos que no le recordábamos de otras interpretaciones anteriores, a pesar de que tiene en su haber más de cincuenta títulos, a François Damiens que hace una buena pareja de contraste.
La dirección cae en esta ocasión en manos del holandés afincado en Francia Jan Kounen, un realizador muy polifacético que no se prodiga mucho, que hace una puesta en escena sin alardes pero eficaz con la que debuta en el género de la comedia.
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