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CRITICA
Por: PACO CASADO
Parece que con la llegada del buen tiempo y el verano son apropiadas las películas de aventura y si se desarrollan en el mar resultan de lo más adecuado, pero a veces estos films sufren el síndrome de las historias que suceden en el desierto, que resultan aburridas por la monotonía de lo que ocurre en la pantalla siempre con el mismo paisaje de fondo.
Previamente al relato principal que se nos cuenta, esta producción comienza con una pareja que disfruta de unas vacaciones en un barco, cuando es atacada por un gran tiburón blanco, falleciendo ambos en el ataque, lo que ya nos previene para lo que nos espera después.
La historia comienza con Kat Fellows y Charlie Brody una pareja, en la que él es un biólogo marino retirado tras morderle un tiburón en una pierna.
Ahora trabaja como piloto de un hidroavión con el que tiene montado un negocio, que decide volar hacia Hell's Reef, la Gran Barrera de Coral australiana, cuando es contratado por el matrimonio japonés compuesto por Joji Minase y su mujer Michelle, que irán allí a esparcir las cenizas del abuelo para cumplir su último deseo.
Los acompañan en el viaje Benny, amigo de Kat y Charlie, para ayudarles a disfrutar de las bondades del bello arrecife.
Nada más llegar la pareja japonesa descubre el cadáver de un hombre que ha sido atacado por un gran tiburón y tratan de salir de allí lo antes posible ante tan desagradable hallazgo.
En su escapada divisan desde el aire una embarcación bocaabajo. Benny decide inspeccionarla y en ese momento el hidroavión es atacado por un gran tiburón blanco que lo hunde quedando los cinco en un bote salvavidas hinchable sin apenas recursos para la supervivencia.
A partir de ese momento esa escapada en el hidroavión de la Gran Barrera de Coral australiana se convertirá en una pesadilla para el grupo tras ser atacados por el gigantesco tiburón blanco.
Por desgracia para ellos la aparición del depredador hará que sus vacaciones se conviertan en pasto de la desgracia en una aventura que jamás hubieran imaginado, ya que varados en alta mar sobre el frágil bote salvavidas, el grupo tendrá que emplear todo su ingenio para resistir y poder sobrevivir a la monstruosa amenaza que les asecha bajo el agua, situados a cien millas de la costa más próxima.
Todos esos hechos son contados en los primeros treinta minutos de la narración, a partir de ahí cae la noche y la mayor parte del resto del relato transcurre en la oscuridad, por lo que se hace más pesado, mientras tanto vamos conociendo algunas confidencias de las dos mujeres acerca de sus respectivas parejas y la desaparición del primero del grupo al que irán siguiendo algunos más, en lo que, si se quiere, habrá un cierto suspense en qué orden irán cayendo y quien se salvará finalmente.
En este sentido el guionista Michael Boughen ha tratado de ser original y no caer en el tópico.
El prólogo sirve para alargar una producción cuyo guion no daba mucho de sí con esta breve historia.
Martin Wilson es el encargado de dirigir este film, un clásico del verano, con el que debuta en la dirección de su primer largometraje, tras realizar dos cortos y una TV Movie, del que sale airoso con una cierta discreción, aunque con un ritmo demasiado pausado.
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