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CRITICA
Por: PACO CASADO
En los años sesenta los críticos de Cahier du Cinema se lanzaron a hacer cine con toda la teoría que tenían de sus conocimientos cinematográficos y consiguieron renovar el cine francés y establecer nuevos criterios que después se han seguido en otros países.
Nuestro colega de la crítica cinematográfica, el salmantino Javier Tolentino, que desde hace veintidós años dirigía, ya se jubiló, en Radio 3 el programa El séptimo vicio, sobre cine de autor, al parecer ha querido hacer algo similar, ya que sin haber hecho ni tan siquiera un triste corto, se ha lanzado a realizar este documental en torno a las canciones del pueblo iraní, porque no es otra cosa lo que nos ofrece esta producción.
Para ello elige el personaje de Erfan Shafei, un joven kurdo que quiere ser director de cine, que trata de captar con su cámara a diversos cantantes iraníes en cuyo folklore tradicional, al parecer, existe gran variedad, algo que desconocemos totalmente.
Mediante ello ha tratado de reflejar la cultura iraní y también de alguna manera a sus gentes con sus canciones como hilo conductor e igualmente la situación del país con una dura censura con las creaciones de sus artistas y la enorme represión de los ayatolás.
Todo ello son las buenas intenciones que puede haber tenido el realizador, otra cosa son los resultados, ya que sólo interesa a un público muy minoritario, en la misma línea que era su programa de radio.
A los largo de ellas se habla de pasada también de otros temas como la marcha del Sha, los problemas de los iraníes, el hecho de que a las mujeres se les prohibía cantar, la charla del director de cine con un compositor en una peluquería de porqué las películas de Abbas Kiarostami, Asghar Farhadi o Jafar Panahi no tienen música ya que la música es el sonido del amor.
Hay también la tertulia con un pintor al que no le dejan salir del país que hace unos dibujos maravillosos, que no expone o con un pescador que tras relatar la muerte de su hijo va de un tema a otro sin saber a qué carta quedarse, siendo critico con algunas cuestiones.
Y todo esto siempre a plano fijo, no hay planificación, tan sólo hay algún movimiento cuando un personaje va en coche o en barca y cuando no se nos ofrece al cantante de turno, lo que aparece en pantalla no tiene ninguna relación con el tema de la canción, por ejemplo.
Como se comprenderá cinematográficamente es de lo más aburrido y si a ello se le añade que las canciones las desconocemos y nos suenan casi todas iguales, se podrá comprender que el resultado no cumple con algo tan elemental en el cine que es la comunicación con el espectador.
Lo mejor que tiene este film es que tan sólo dura 79 minutos.
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