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CRITICA
Por: PACO CASADO
Continúan los grandes estrenos veraniegos basados en series de televisión o en secuelas de series ya conocidas. Esta vez es la tercera entrega de 'La momia' cuyos dos anteriores capítulos habían sido dirigidos por Stephen Sommers que aquí se reserva la producción y da el relevo a Rob Cohen, un especialista en el cine de acción.
A Sommers le vino la idea de cambiar el escenario de Egipto a la vieja y milenaria China viendo un reportaje sobre los guerreros de terracota de Xian que desarrollaron los guionistas Alfred Gough y Miles Millar.
El matrimonio O'Connell vive retirado tras prestar servicios como espías durante la II Guerra Mundial, pero el Gobierno británico les pide que devuelvan una valiosa joya robada a un museo de Shanghái como muestra de buena voluntad para con el Gobierno chino, cuando se encuentran que su hijo Alex, arqueólogo como su padre, ha descubierto la tumba del emperador Han, conocido como el emperador Dragón que, tras lograr dominar la tierra, el aire, el agua y el fuego, quiso ser inmortal. La historia sucede 50 años de Cristo cuando maldecido por la bruja Zi Yuan fue convertido con sus diez mil guerreros en terracota. En su vuelta a la vida, ávido de poder, amenaza con conquistar el mundo. Rick O'Connell y su esposa Evelyn acudirán en ayuda de su díscolo hijo para luchar contra el pérfido emperador.
El pobre guión, que sigue el mismo esquema que los anteriores, se basa muy lejanamente en la historia que maltrata a su antojo, con un argumento poco consistente que tan sólo sirve de percha para colgar más de 400 planos de efectos digitales, llevados a cabo con un ritmo endiablado, mezclados con pobres escenas de humor, multitud de batallas, peleas de artes marciales, dragones, monstruos y hasta varios Yetis hombres de las nieves que acuden en favor de los protagonistas.
Lo mejor es el prólogo que a manera de documental cuenta la referida historia del emperador Han, junto con la ambientación, los efectos visuales y el vestuario, mientras que el resto, que sucede en los años 40 tras la II Guerra Mundial, es más endeble.
En la interpretación la pareja Brendan Fraser y María Bello (ésta sustituye a Rachel Weisz) tiene poca química, mucho mejor los actores orientales Michelle Yeoh y Jet Li.
La película es un auténtico tebeo increíble que únicamente sirve para pasar el rato y olvidarla pronto.
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