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CRITICA
Por: PACO CASADO
El ambiguo personaje de Rasputín ha dado juego en varias ocasiones a los realizadores que decidieron a llevarlo a la pantalla bajo un aspecto u otro.
Hay una versión clásica del año 1932, Rasputín y la Zarina, de Richard Boleslawski, protagonizada por la familia Barrymore en pleno, que trató de acercarse fielmente a esta figura histórica. En 1966, la Hammer inglesa, con Don Sharp como director, hizo Rasputín, con Christopher Lee como principal intérprete, lo que dado el carácter de la productora y de su protagonista, se acercaba más a una película de terror que a la verdad histórica.
Aún hubo otra versión alemana, Rasputín, orgías en la corte del Zar, en 1983, dirigida por Ernest Hofbauer, con Alexander Conte, que tomaba más en cuenta el aspecto erótico del personaje, al parecer dado a acostarse con muchas mujeres que acudían a él con la excusa de sus poderes especiales.
Esta nueva versión ha sido producida por la cadena de televisión HBO, lo que le da un cierto carácter de telefilm, que no quita para que trate de acercarse con cierta fidelidad al personaje, aunque sin abandonar su aspecto de ambigüedad y remarcando la influencia que llegó a tener en la última corte de los zares, contribuyendo en parte con su desdichada actuación cerca de la Zarina, cuya voluntad supo conquistar con la supuesta curación de su hijo, a la caída de la familia imperial y el triunfo de los bolcheviques.
El film pone de relieve su astucia política y el carácter mítico que para el pueblo ruso representó en aquellos momentos, recogiendo también la muerte a manos del príncipe Yusupof.
La realización de Uli Edel es correcta y está bastante bien cuidada en decorados y ambientación.
Tal vez lo mejor sea la interpretación de Alan Rickman y el sorprendente cambio de Greta Scacchi en la dramática incorporación de la Zarina Alejandra.
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