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CRITICA
Por: PACO CASADO
La productora británica Hammer continua haciendo películas de terror de las que estamos viendo las más recientes, teniendo en todas ellas la figura de Drácula como su personaje favorito.
Su aceptación popular hace que una vez tras otra se vuelvan a crear nuevas aventuras del monstruo creado por el escritor Bram Stoker, gracias a la imaginación de los guionistas, en las que no importa que el principal protagonista muera o desaparezca al final, siempre volverá en una nueva aventura.
El público lo sabe, pero sigue acudiendo a las salas a verlas.
Algo deben tener estos films de terror para atraer tanto a los espectadores, algún encanto especial o fórmula que les subyugue deben poseer.
Es realmente curioso cómo en su día el cine de terror fue considerado como un subgénero por algún sector de la crítica y así considerado por el público, pero éstos no dejaron de acudir a los cines para pasarlo bien y divertirse.
Hoy en día parece que han recuperado un poco el crédito ya que las producciones de la Hammer están siendo creadas con seriedad y realizadas con una cierta calidad fílmica.
Tal vez por ello el espectador las acepta de otra manera y las admira con un detenido respeto y consideración.
La acción transcurre en una aldea de una apartada región de la Europa central.
Los habitantes de la zona, en cuyas proximidades se encuentra un sombrío castillo habitado únicamente por un noble solitario y misterioso en compañía de su criado, llegan a la conclusión de que el dueño del mismo es la encarnación del propio diablo y responsable de todos los males que le sobrevienen al pueblo.
Todos a una, en una reacción tan frenética como incontenible, los aldeanos irrumpen en el castillo incendiando y destruyendo cuanto encuentran a su paso.
Un joven llamado Paul Carlson hace una pausa en su viaje pasando la noche en el castillo del conde Drácula que termina asesinándolo.
Pasado un tiempo Simon, el hermano de Paul, llega al pequeño pueblo donde terminan los rastros para buscarlo.
Años más tarde, unos despreocupados estudiantes llegan a la aldea en torno a la cual se ha creado una extraña leyenda con lo sucedido.
Drácula, el conde vampiro, reanuda sus siniestras actividades en su castillo, donde acuden sus secuaces a informarle de sus hazañas y a proporcionarle tres bellas jóvenes víctimas del terror.
El guion de John Elder, bajo el seudónimo de Anthony Hinds, no es muy original en cuanto a sacar partido de las situaciones.
En 'Las cicatrices de Drácula' (1970) se ha tratado de infundir al género una inyección de revitalización, de puesta al día con arreglo a las modas imperantes, introduciéndole un cierto tono sexy en buenas dosis.
La mirada puesta en la comercialidad del producto queda así denotada y quizás por ello se hayan descuidado otros aspectos, encontrándola menos ágil en la narración que otras cintas de esta misma productora vistas últimamente, que las ha habido de bastante calidad, cosa que debemos reconocer, aunque no seamos demasiado entusiastas de este género, vaya por delante lo que es de justicia.
No obstante su director Roy Ward Baker no llega con esta a la altura de otras de este mismo género de la misma productora, con una labor desigual en la que a veces decae el ritmo.
Una película más de este famoso personaje encarnado, una vez más, con un trabajo adecuado y correcto como es habitual en Christopher Lee, con una buena ambientación de época y un colorido bastante acertado en el que destaca un uso inteligente del rojo en casi todas las escenas, sobre todo en las vampirizaciones.
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