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CRITICA
Por: PACO CASADO
A pesar de la crisis actual que sufre el cine a nivel mundial, debida a la maldita pandemia, no dejan de llegar producciones francesas cada semana a nuestras carteleras.
Esta vez lo hace con 'Adiós, idiotas' (2020) una excéntrica y oscura comedia negra que resulta bastante amarga.
A sus 43 años a Suze Trappet, peluquera de profesión, que está en la plenitud de la vida, le diagnostican una grave enfermedad terminal situada en los pulmones y decide buscar al hijo que abandonó cuando tenía quince años dándolo a los servicios sociales para que fuera adoptado, presionada por sus padres.
En su alocada búsqueda conoce a Jean-Baptiste Cuchas, un informático de cincuenta años, funcionario del Ministerio de Sanidad, que está sumido en plena depresión por no haber sido tenido en cuenta para ascender de categoría, que trata de suicidarse, porque no quiere seguir viviendo en ese estado, y al activista Serge Blin, un anciano archivero ciego con un gran entusiasmo, y los tres perdedores se embarcan en llevar a cabo una búsqueda tan espectacular como imposible.
En su estreno en Francia acaparó a más de setecientos mil espectadores en una sola semana, obteniendo también el apoyo de la crítica.
No creemos que lo mismo suceda en nuestro país en ninguna de las dos vertientes, ni tampoco por los premios recibidos, lo cual causaron una gran sorpresa, ante otros títulos que fueron más nominados.
El guion trata de mezclar dos géneros, el drama y la comedia.
Lo primero motivado por la enfermedad y por el deseo de reparar un error cometido durante la juventud al tener a un hijo no deseado al que da en adopción y por otro lado el planteamiento que se hace de esa recuperación con algunos personajes poco menos que increíbles.
Por otra parte está el tema del suicidio debido a la depresión y la discapacidad del personaje ciego, el alzheimer...
Ambos géneros en este caso no acaban de cazar bien ya que se repiten demasiado y no logran que el espectador se una a los personajes en esta búsqueda, contrastando la humanidad y dulzura de la protagonista con la pretendida comicidad, aspectos que aporta muy bien Virginie Efira como Sue.
En lo técnico buena parte de la acción transcurre de noche, con lo que la fotografía resulta un tanto oscura.
Se trata del séptimo largometraje que realiza Albert Dupontel, del que ya conocemos sus dos títulos anteriores a éste como director 9 meses de condena (2013) y Nos vemos allá arriba (2017), que se reserva aquí además el papel del informático.
Es un realizador que suele ser crítico con la tecnificada sociedad moderna, pero deshumanizada, e igualmente con la policía y con la administración.
En sus guiones presenta a personajes que han sufrido algún percance a lo largo de su existencia y por otra parte es muy amigo del exibicionismo técnico en materia fílmica, pero si no va acorde con lo que se cuenta de nada sirve.
En cuanto a la actuación destaca la siempre espléndida Virginia Efira, una de las actrices más interesantes del vecino país francés en estos momentos.
Premios César: a la película, dirección, guion original, fotografía, producción, actor Nicolas Marié.
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