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CRITICA
Por: PACO CASADO
En las coproducciones siempre hay un país que destaca, dejando aparte el factor económico y en 'Delirios de grandeza' (1971) es claramente Francia, que aporta director, fotógrafo, música y la pareja protagonista y por su parte en este caso España aporta fundamentalmente los escenarios y varios actores a esta historia entre cómica y crítica de los tiempos del Barroco.
La historia se ambienta en el reinado imaginario de un monarca presumiblemente español y toma como eje las intrigas palaciegas de un ridículo noble, histriónico por demás, acertadamente encarnado por Louis de Funès, secundado por su criado, un Yves Montand que no nos parece el actor más adecuado para ello.
La tragedia romántica de la obra Ruy Blas, escrita por Victor Hugo, ha sido traspasada a la gran pantalla en clave de comedia.
Para ello se han reunido varios países que han aportado su cinematografía y sus capitales puestos al servicio del director francés Gérad Oury, un cineasta que normalmente aporta productos interesantes, con inteligencia y buenas maneras, pero en la mayoría de las ocasiones se ha dedicado a hacer un cine cómico, comercial, realizado con bastantes medios como sucede esta vez.
El film funciona bastante bien a nivel cómico, con escenas eficaces, como la del jardín con la dama y el perrito, mientras otras son más fáciles y menos eficaces.
La película ha sido filmada casi toda ella en España, eligiendo bien los lugares para su mejor ambientación y es fácil reconocer algunos monumentos o jardines muy cercanos a nosotros.
Como se advierte al principio del film, no es fácil reconocer a los personajes de Victor Hugo en esta comedia que ha sido puesta al día, sobre todo en el vocabulario de la versión española, en el que se incluyen modismos y palabras modernas muy al uso actualmente.
Cuenta con un buen equipo técnico, desde la pegadiza música de Michael Polnareff a una fotografía con color brillante de Henri Decae, a la excelente ambientación y el variado vestuario a pesar de mezclar edificios tan diferentes como El Escorial, el Generalife, la Alhambra o el palacio renacentista de Carlos V.
A los autores no les ha importado saltarse las reglas con tal de hacer reír, cosa que está principalmente a cargo del siempre gesticulante Louis de Funès y de Yves Montand, que son los que llevan principalmente esa misión.
El público se lo pasa bien viendo este divertimento grabado en bellos colores por Henri Decaë, adornado con alguna que otra chispa de corte picaresco, resultando de todo ello un pasatiempo con una correcta realización de Gérard Oury, que para una coproducción cuidada y a una altura superior a lo acostumbrado en estos casos.
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