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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta película se presentó en el Festival de cine de Berlín y de no ser por la tradicional incultura cinematográfica española, sería inexplicable que se hubiera depositado confianza en ella para que presentara a España frente a las cintas extranjeras.
El oso de oro se le otorgó al film 'Doce hombres sin piedad' (1957) y los espectadores que hayan visto las dos notarán la diferencia.
Está basada en hechos reales, ambientada en las zonas rurales del sur de España durante el siglo XIX y cuenta la historia de un grupo de bandoleros de muy distintos orígenes que intentan sobrevivir escondiéndose de los agentes de la ley y el orden en las cuevas de las montañas luchando contra la empresa minera inglesa que explota a la gente del pueblo a las que pertenecen.
Natividad Zaro no es una guionista de garantía para quienes la hayan seguido a pesar de haber escrito los diálogos para 'Surcos' (1951).
El argumento que ha trazado en esta ocasión tiene el único propósito de introducir la pintoresca y emocionante escena del perdón en la Semana Santa malagueña por mano de la imagen de Nuestro Padre Jesús el Rico, que podría encasillarse perfectamente en el tipo de efectista folletín lacrimógeno.
Tangencialmente roza los temas del bandido generoso, de película de frailes y de western de Andalucía.
No comprendemos cómo un autor de la categoría de Alfonso Sastre ha sido incapaz de tratar mejor lo que el tema le brindaba de epopeya de la resistencia contra los ingleses propietarios de las minas españolas, de responsabilidad personal en el homicidio, de conversión y de fe.
Nada en absoluto de trágico en unas vidas que se ven barridas por las más tremendas desdichas, si ni siquiera se ha sabido caracterizar bien a los personajes...
La adaptación cinematográfica de José María Forqué no es ni siquiera pasable, no ha manifestado el más mínimo oficio; técnicamente hablando Embajadores en el infierno (1956) era regia comparada con 'Amanecer en Puerta Oscura' (1957) y ya sabemos que tampoco era gran cosa a pesar de ganar el primer premio del Sindicato del espectáculo.
La dirección es negligente y vacilante, ya que en muchos momentos manifiesta una profunda inseguridad.
No sabríamos decir si es falta de confianza en sus recursos, indigencia monetaria o, quizás lo más acertado, que no ha sentido ni por un momento los conflictos de aquellos hombres que estaba creando para la pantalla.
Sólo hay una escena casi completamente perfecta: la del indulto por la imagen y está estropeada por la estúpida reacción, poco cinematográfica, de Francisco Rabal en el momento culminante, ya que resulta grotesco gritando en el silencioso patio de la cárcel contra la estatua de madera.
La interpretación es lamentable y mucha culpa de ello le cabe al director que quizás no sepa todavía que en el cine consiste más en la actitud que en la gesticulación.
Por otra parte los intérpretes, casi todos ellos procedentes del teatro, declaman los diálogos de Alfonso Sastre despachándose a su gusto en ademanes, parrafadas altisonantes y otras lacras.
El film está doblado en los estudios, las voces suenan apagadas y sin resonancia e igualmente las saetas y las cornetas del escuadrón de caballería en la procesión que se oyen como si estuvieran metidas en un baúl.
El color es muy flojo, sin matices, sin el menor gusto en el empleo y sin la menor utilización funcional.
La fotografía es muy endeble y la música de Regino Sáinz de la Maza a la guitarra es bonita, pero inadecuada y además siempre suena muy a fondo y es tapada por las chillonas voces en primer plano.
El montaje es correcto casi siempre, aunque sea fácil encontrar aquí y allí fallos en la continuidad.
Hay muchos gritos descompuestos, pero el esfuerzo de los autores, si bien fracasa en el sentido positivo educador de la obra, al menos no triunfa en lo negativo.
Oso de plata en el Festival de cine de Berlín. Premio del CEC a Francisco Rabal. Tres premios del Sindica Nacional del espectáculo al film, Francisco Rabal y Luis Peña.
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