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CRITICA
Por: PACO CASADO
No cabe duda de que el neorrealismo italiano, a pesar de haber sido tan discutido por las nuevas generaciones de críticos cinematográficos de las revistas especializadas, ha dejado una honda huella indeleble en la cinematografía italiana.
En este arte, como en todos, existen modas, corrientes, estilos, que tan sólo el tiempo y la masa gris de los historiadores dividen en estamentos o etapas para un mejor estudio, pero que muchas veces, a pesar de ello, es difícil distinguir.
Después del neorrealismo vino el período llamado Realismo crítico, que venía marcado por nuevas formas, nuevos realizadores que traían una corriente de aire fresco y renovador a la cinematografía del país de la bota.
Ya había pasado la época de los Vittorio de Sica, Alessandro Blasetti, etc. y llegaban entonces los Michelangelo Antonioni, los Federico Fellini...
Tanto del primero como del segundo, salieron jóvenes realizadores que aprendieron de aquellos maestros y que siguen llevando a cabo la semilla sembrada por ellos.
Uno de estos es Pier Paolo Pasolini, un hombre procedente del terreno de la intelectualidad italiana, que llega al cine a través de sus escritos y en su faceta de argumentista, poeta, articulista y crítico.
Precisamente colaboró con algunos de ellos, por ejemplo con Federico Fellini en 'Las noches de Cabiria' (1957) y con otros realizadores que luego, cuando llegó a ser director, fueron sus compañeros, tales como Mauro Bolognini, Franco Rossi, Carlo Lizzani, entre otros.
Pier Paolo Pasolini es un director que siempre ha sido muy criticado, que en este caso nos cuenta la historia de una ex prostituta, conocida como Mamma Roma, que habiendo renunciado a su ignominioso pasado, se reencuentra de nuevo con su holgazán hijo de 16 años, al tiempo que se libera de Carmine, su proxeneta y examante.
Ahora se quiere ganar la vida de una forma honrada y para ello ha establecido un puesto de frutas y verduras, pero un malicioso plan de extorsión amenaza con poner fin a su muy digno propósito de llevar una limpia vida burguesa.
Toda esta preocupación de tipo literario, toda la inquietud intelectual y social le lleva a plasmar los problemas propios de su mundo, de un mundo visto a través de su punto de mira.
Esto ha hecho que se le haya tachado en ocasiones de comunista, de demagogo, entre otras acusaciones.
Sin embargo él tiene la siguiente visión de este mundo que refleja en esta declaración: "El mundo está dividido en tres razas: raza europea protestante, raza europea católica y raza gris".
Este último mundo es el que él refleja en sus películas, un mundo formado por trabajadores, por personajes miserables y de baja condición social.
A esta parte de la sociedad un tanto abandonada por los estamentos más elevados es a la que Pasolini dirige su mirada.
Al igual que en 'Accattone' (1961), primero de los films de este realizador, aquí Pasolini vuelve a insistir sobre una juventud descarriada antecedida por una generación que por su miseria y su pobreza, por su formación no ha sabido educar a estos jóvenes que gritan desesperadamente en busca de una mano, una ayuda que les saque de este lodazal.
¿Quién tiene la culpa de que sean así?.
En Pasolini se notan ciertas influencias en este film de otros realizadores.
Tómese por ejemplo las escenas de las mujeres en la noche y encontraremos similitud con 'Las noches de Cabiria' (1957), por ejemplo.
Los planos en vacíos son muy característicos de Antonioni, los momentos de soledad propios de sus cintas...
Sin embargo es curioso y hará interesante la forma que tiene de contar y de componer en planos las escenas, de estructurar la película.
Hay momentos en que se ve una teatralidad expresa, realizada a conciencia que contrasta duramente con lo cinematográfico.
Pongamos por caso los largos travellings de Anna Magnani andando por la carretera y la entrada de los personajes por derecha e izquierda de la pantalla, como su fuera un escenario teatral.
La misma curiosidad salta a la vista en la escena del diálogo de Ana Magnani con el personaje del sacerdote.
Ambos están tomados en planos separados aparte y casi siempre mirando a cámara, como si se dirigieran al espectador, como si el diálogo interesara más al público que al otro personaje con el que habla.
Es como una pequeña plática, como un interrogante hecho a la sala.
Cuenta en este film Pasolini con un extraordinario trabajo de Anna Magnani, tal como acostumbra en todas sus interpretaciones.
Premio de los cine-clubs italianos a Pier Paolo Pasolini y Premio Nuevo cine a Anna Magnani en la Mostra de cine de Venecia.
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