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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras pasar por el Festival de cine de Cannes donde compitió por la Palma de oro y el de San Sebastián donde luchó por obtener la Concha de oro, tenemos ocasión de ver ahora Un amor intranquilo (2021) en nuestras pantallas.
El cine francés cada vez más nos está ofreciendo productos obtenidos fruto de la coproducción con Bélgica y esta vez se suma también Luxemburgo.
Por otra parte el tema de la pandemia no sólo está influyendo en la producción y en la programación cinematográfica e incluso en la asistencia del público a las salas de cine, sino que ya también se incluye en los argumentos que se nos cuentan y aquí en esta historia situada en la actualidad, en algunos momentos los personajes aparecen con sus correspondientes mascarillas.
En esta ocasión se nos narra la historia de las relaciones entre dos artistas, la restauradora Leila y el pintor Damien, un matrimonio que se quiere con locura y ambos luchan contra el trastorno bipolar del marido, ya que éste tiene esa enfermedad, por la que ha estado internando, pero ya una vez en casa, no hace mucho caso a los médicos de tomarse las píldoras de litio que le han recetado, lo que constantemente le recuerda su mujer y eso le origina una serie de alteración de su comportamiento que sufre con paciencia su hijo Amine y su esposa, que sabe que nunca él podrá ofrecerle lo que ella desea, debido a sus etapas de depresión, mientras trata de mantener unida a la familia haciendo de madre para su hijo y su esposo, cuando estalla la crisis.
Damian es pintor y tiene etapas de hiperactividad que se alternan con otras de letargo.
Sus obras son bastante reconocidas, por lo que su galerista le pide que pinte una serie de cuadros para montar la próxima exposición, por lo que él se marca hacer nada menos que cuarenta en un corto espacio de tiempo, pero no todos los días puede pintar debido a su estado físico ocasionado por su afección.
La historia, que se inspira en el padre del director que era fotógrafo y tenía un trastorno bipolar, avanza a base de pequeños pasos en los que apenas si se adelanta en la narración, estancada en el sufrimiento que lleva a cabo la pareja, no sólo en la intimidad sino también cuando tienen visitas.
En este sentido la narración nos resulta un tanto plana, sin que apenas pasen cosas que sean realmente destacadas y que animen y pongan interés en el espectador.
Para terminar, la historia acaba de una forma repentina, como si no tuviera una solución inmediata el problema que aquí se plantea, lo cual deja un tanto insatisfecho al público asistente.
Es interesante la labor que lleva a cabo la pareja protagonista cada uno en su parcela en lucha con su propio personaje.
La labor del director belga Joachim Lafosse, en su noveno largometraje, con este eterno drama familiar sobre el amor y la enfermedad, tiene su complejidad pero también su interés dentro de la dificultad que supone el tema que trata.
Está nominada al César la pareja protagonista Leila Bekhti y Damien Bonnard como mejores actores.
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