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CRITICA
Por: PACO CASADO
Dos personas, un hombre y una mujer, se despiertan desnudos en una cama y cosidos por el abdomen, pegado el uno al otro, son dos extraños que no se conocen de nada.
Ellos son David y Sara, están inmersos en los treinta años, el tiene 38 y ella 35 y se encuentran en una habitación de un lugar desconocido para ambos.
Han debido de ser drogados con escopolamina, una droga que anula la voluntad y la persona no se acuerda de nada de lo ocurrido.
Ella tenía una cita con su marido y alguien los ha cosido a ambos por el vientre, y los ha encerrados en una habitación, no se sabe con qué intención.
No saben si es de día o de noche y ambos tienen un oscuro pasado, que vamos a ir conociendo a través de su charla.
Ella es hija única, él en cambio es huérfano y trabaja en el puerto, pero no tienen nada en común que los pueda relacionar.
A ella le espera su marido, a él su perro.
Durante su estancia suena un teléfono que hay en la habitación y a duras penas se pueden levantar con gran esfuerzo y dolor para cogerlo, pero lo único que se oye es una música sinfónica.
Max, el marido de ella, estudió ciencias exactas y cree que su esposa tiene una aventura, en cambio David es muy celoso y se fue de casa hace dos semanas, es un gigoló.
Esto no es más que las primeras escenas en las que se describe lo que está pasando y más adelante conocemos algo más de ellos.
Ciertamente hemos visto muchas películas a lo largo de nuestra vida, pero nada como esta, tan original si se quiere o al menos diferente, entre dos personas que sin un motivo que se conozca han aparecido de la noche a la mañana en estas circunstancias.
Todo lo dicho anteriormente se va conociendo a través del diálogo que se establece entre los dos.
Eso mismo podía ser ambos encerrados en una habitación, igualmente, sin escapatoria posible, pero no de esa manera, desnudos y sin posibilidad de soltarse por más esfuerzo que hagan, debido a una mente tan retorcida y diabólica que los ha colocado en esa situación.
La acción tiene un carácter puramente escénico algo que coincide con la procedencia de la directora de este film ya que empezó en el teatro hasta que se decidió por el cine.
La realización trata de buscar los ángulos más insólitos, evita en todo momento que se vean los sexos y por supuesto resulta muy increíble que puedan adoptar determinadas posturas, sin hacerse daño, algo que manifiestan al principio pero después parece que se han olvidado del sufrimiento como por encanto.
Tras el susto inicial tratan de mantener la calma e intentan averiguar el motivo de por qué están ahí y en esa circunstancia, pero no se acuerdan de nada en absoluto.
Afortunadamente tan sólo dura 70 minutos ya que en esa situación no da para mucho más.
Tampoco se le puede pedir a los dos personajes protagonistas, Marina Gatell y Pablo Derqui, en cuanto a la interpretación que sea una maravilla esa circunstancia.
Mar Targarona, en este su cuarto largometraje trata de hacer una planificación que no resulte monótona, acudiendo al primer plano en ocasiones, siendo pudorosa al mostrar los cuerpos desnudos, pero el agridulce final nos deja insatisfechos y no está entre sus mejores títulos.
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