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CRITICA
Por: PACO CASADO
Dentro de la moda de hacer adaptaciones literarias de pasados siglos al cine, que están invadiendo las pantallas, se ha llevado a cabo la de la novela de Francisco Delicado 'La lozana andaluza', editada en Venecia en 1528, del clérigo cordobés del siglo XV, hombre culto que contó en su obra las andanzas de Aldonza, una moza andaluza que se dedica a la prostitución de lujo en una ciudad corrompida, que consiguió bastante fama con ella, una de las más celebradas de la literatura pícara de la época, en la que trata de reflejar el mundo de la alcahuetas y mujeres de vida alegre.
Esto no responde a un repentino afán cultural de los espectadores acerca de nuestros autores clásicos, sino al muy distinto interés por rebuscar el lado erótico que esta literatura tiene y en potenciarlo para hacer de ellos simples vehículos comerciales dentro de ese género que llamamos últimamente del destape.
En la Roma del siglo XV, Rampín explota su ingenio y su picardía vendiendo en las plazas ungüentos, remedios caseros y toda clase de hechizos que proporcionan salud y felicidad.
É l vive su tía la Napolitana, dedicada desde siempre a las mismas tareas que su sobrino, además de las propias de las alcahuetas.
Es la adaptación de este clásico desarrollado en clave de comedia, casi de vaudeville, cuya acción transcurre en la Roma del siglo XV, de gran influencia española, lo que hace con gran soltura tanto en situaciones atrevidas como en el vestuario empleado en este tipo de personajes, con palabras malsonantes y sin frenillos en la lengua para su empleo del vocabulario lleno de tacos, términos fuertes, normales en la literatura de esa época, lo que le da una mayor riqueza a la pintura que se hace de esos momentos de la historia.
Desenfadada y divertida gracias a un guion y una puesta en escena demasiado personal, acogiéndose a la moda del destape.
Los guionistas, el conocido crítico cinematográfico Lorenzo López Sancho y el propio realizador, Vicente Escrivá, han tratado de podar en aspectos no esenciales la novela de Delicado, pero ciñiéndose en lo más posible a la realidad del texto literario, tratando de hacerlo lo más cinematográfico posible.
Dándole un tono superficial, que apenas presta atención a la crítica costumbrista de Delicado, Escrivá, un director oportunista, que va de un género a otro, con un buen ritmo narrativo, construye un film comercial, que sobre todo se centra en el aspecto erótico.
De esta manera la película, debido a ello, abunda en secuencias de alcoba, con sus múltiples destapes sin recato de ninguna clase y escenas atrevidas, lo que da pie al exhibicionismo de la escultural y atractiva figura de María Rosaria Omaggio, una actriz italiana incorporada fugazmente al cine español, para deleite indudable del público y comercialidad de esta cinta.
Le presta la adecuada respuesta Enzo Cerusico, encarnando al pícaro Rampín, bien amparado por los notables actores secundarios españoles como José María Prada o Alfonso del Real que les cubren las espaldas en sus respectivos cometidos.
Llama la atención la buena ambientación de la época en decorados y vestuario, a lo que ayuda la fotografía de Raúl Pérez Cubero y la música de Antón García Abril.
La realización que lleva a cabo Vicente Escrivá es correcta pero sin alardes, aunque a veces tenga algunas reiteraciones o baches de interés, pero se deja ver en líneas generales, consiguiendo un producto sumamente comercial y muy del agrado del público en líneas generales.
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