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CRITICA
Por: PACO CASADO
Durante un cierto tiempo Richard Brooks, excelente guionista y buen realizador de películas importantes, trabajó con la Metro Goldwyn Mayer con todas las ventajas e inconvenientes que tiene esta productora.
En el primer apartado tiene el de contar con un buen plantel de actores a su servicio, en el segundo el de un servilismo a ultranza de los intereses y conveniencias de la casa.
Quizás por ello Richard Brooks tuvo que rodar esta película, tal vez, muy a pesar suyo, ya que no es el estilo de cine que suele hacer, como se puede comprobar en su filmografía.
"La última vez que vi París" se puede decir que es un lunar negro en su hoja de servicio, porque el drama craedo por F. Scott Fitzgerald creemos que carga en exceso las tintas acumulando demasiados tópicos.
Vista la película al cabo de veinte años de su producción resulta ahora curiosa, con una Elizabeth Taylor que comenzaba a despertar al mundo del estrellato en un papel muy semejante al que ha llevado siempre de mujer rica, pero con la inseguridad propia de una estrella que no es actriz, cosa que sabe Brooks y que trata de cubrir por todos los medios.
El pelirrojo Van Johnson en el papel de un escritor fracasado de literatura y en su matrimonio, que trata de poner remedio cuando ya no lo tiene y logra sus triunfos cuando no le satisfacen.
Una Donna Reed en papel de perversa, arrepentida al final. Eva Gabor interpretando su propio papel de mujer aficionada a los divorcios que colecciona maridos y un Roger Moore haciendo de galán guapo, joven y apuesto, sustentando dura batalla frente a Van Johnson por la Taylor, muy lejos de ser el famoso interprete de "El Santo" y ahora del Agente 007.
Y no olvidemos a Walter Pidgeon, veteranísimo actor ya aquí, que hace el papel más divertido de todos los que intervienen en el largometraje.
El film está hecho con la elegancia propia y el lujo acostumbrado por la Metro en una época en que se acostumbraba a trasladar cámaras y especialistas a Europa, sobre todo a París, donde situar la acción, como ocurre en esta ocasión, en la época de la liberación de París después de la Segunda Guerra Mundial, con lo que se justifican así ciertas actuaciones y desequilibrios en las conductas de los personajes, pero de forma un tanto inconsistente y superficial.
Por todo ello deducimos que lo peor de la cinta es el guion, mal estructurado y tópico, sobrecargando el drama y los sentimientos, lo que hace un material poco abonado para un director como Richard Brooks, que se nota a lo largo de toda la cinta qu elucha desesperadamente contra él, tratando de esquivarlo y cubrir el bache con otras vertientes que le interesan más, como por ejemplo los actores, en los que se vuelca.
Usa algunas transparencias, costumbres muy de la época, a veces innecesariamente empleadas, pero lo hace con eficiencia.
El color es fluctuante, con algunos tonos desvirtuados y algo chillones.
La música emplea algún tema popular parisino y otro propio de la cinta titulado igual que la película y que interpreta Jerome Kern, bastante pegadizo y no excesivamente empleando como ocurre en otras ocasiones, a pesar de su belleza.
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