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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras pasar por los festivales de San Sebastián inaugurando la competición oficial a concurso y el de Tolouse, nos llega la última obra del director barcelonés Jaime Rosales, 'Girasoles silvestres' (2021) un título que no acabamos de saber qué relación tiene con esta historia, una de las que nos parece más comprensible y asequible de este cineasta.
Con este su séptimo largometraje parece que pretende cambiar en cuanto a su manera de contar y filmar y acercarse más al gran público, a un cine más comercial que lo ha sido el suyo hasta ahora.
Julia es una madre joven, de 22 años, que sueña con ser enfermera pero trabaja de limpiadora para luchar y poder sacar adelante a sus dos hijos pequeños, Nico, un chico de siete años y Rita, una niña de cinco.
Ella está separada de su marido y vive en el piso de Roberto, su padre, mientras se embarca en una relación amorosa con Oscar, el hermano de su amiga Maite, un chico sin empleo, con deudas, algo chulesco, dominador, de carácter conflictivo.
Julia, con el tiempo, se plantea si esa es la persona que necesita a su lado, cuando surgen las diferencias, las desavenencias y los malos tratos.
De repente decide volver con Marcos, su marido, que es militar destacado en Melilla, pero transcurrido un tiempo las relaciones se tornan de nuevo conflictivas y vuelven a separarse, regresando a vivir con su padre.
El tercero de los hombres de Julia es Alex, un amigo de la infancia, al que hacía tiempo que no veía, con el que se encariña e incluso llega a tener un bebé como él quería, ya que deseaba formar una familia, pero realmente no está preparado para ello.
Parece que lo que se pretende en esta ocasión es el estudio abusador del hombre para con la mujer que no pretende otra cosa que a cambio le dé cariño y le ayude a defender a sus hijos.
Rosales nos presenta a sus personajes, pero se mantiene a una cierta distancia, sobre todo cuando se produce la violencia entre ellos, sin querer ver sus problemas.
Mientras que la mujer se defiende, los varones ejercen la violencia, la supremacía cobarde y el mal trato para con ella.
El único que se salva de los hombres que aparecen en la historia es Roberto, el padre de Julia, siempre amoroso para con sus nietos.
Quien lucha contra todos ellos es Julia, que no es otra que Ana Castillo que hace una portentosa interpretación de ese personaje con una gran naturalidad y dándole realidad a sus expresiones en cada una de las discusiones que tiene con ellos.
Oscar es un tipo tatuado, culturista, que nada más piensa en su cuerpo y es bastante celoso.
Marcos es un padre irresponsable que no sabe ejercer de tal, que desea ser libre y todo lo remedia con pasar una pensión alimenticia ya que poco quiere a sus hijos.
Y finalmente el burgués Alex que pronto se cansa de la nueva situación familiar.
En esta ocasión la narración es fluida, menos artificiosa, sin recurrir a planos complicados, ni montaje conflictivo para el espectador de esta historia contada en tres actos de una manera simple.
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