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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hacer cine de terror no es fácil, a pesar de estar de moda, si se quiere hacer bien.
En este sentido habría que copiar el estilo y cuidado que actualmente pone en sus producciones la Hammer inglesa.
Porque al socaire de este nombre y prestigio que está logrando en estos momentos, posiblemente sea lo que ha elevado actualmente la estimación de este género.
Pero en su lugar se está haciendo una gran cantidad de producciones baratas, como en su día ocurrió con el western europeo o los agentes secretos, realizados por estas tierras.
Son muchos los temas que se pueden tocar en una producción del género de terror para inquietar, asustar o producir el pánico en el espectador, desde la típica de monstruos hasta la de terror psicológico.
Uno de los que se suele utilizar, con cierta frecuencia, es el que toca elementos relacionados con el diablo y sus contactos a través de la brujería o la magia negra.
Este es el tema elegido en esta ocasión en el que se juega en paralelo con una historia de corte policiaco.
Un psicópata endemoniado, con apariencia seductora, atrae a las jóvenes que veranean en una zona costera y con las que realiza toda clase de prácticas satánicas.
La hermana de una de las víctimas, que ha desaparecido, se traslada hasta al pequeño pueblo playero, donde su hermana fue vista por última vez, para realizar algunas investigaciones ayudada por un joven médico, ya que no conoce la zona.
Su llegada ha sido notada por un científico loco que posee planes para ella.
El género tiene el inconveniente, aparte de su dificultad para lograr lo apetecido en el espectador, a través de una buena ambientación y un clima de tensión, necesita que se le otorgue un aire de novedad, renovador, y eso no se consigue más que a través de un cerebro conductor con ideas para que resulte nueva.
Aquí ha faltado ese genio creador a pesar de ser varias las personas que han intervenido para crear el argumento y posterior tratamiento guionístico, además del director José María Elorrieta que en este caso firma con el seudónimo de J. Lacy.
A pesar de ello no han sabido sacarle el debido partido al asunto planteado.
Tampoco los actores han contribuido a colaborar con los guionista y el director para obtener un resultado más brillante, destacando a caso el trabajo de Teresa Gimpera.
La película falla en muchas cosas entre otra en su ambientación y las desviaciones que sufre en su argumento que no son más que un puro relleno, a veces, entre los que da también cabida al amor y al sexo, que tampoco faltan en un film que se precie de actual.
Por otra parte las justificaciones que se dan a las motivaciones del personaje central, resultan simplemente gratuitas.
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