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CRITICA
Por: PACO CASADO
Estrenada en su momento, vuelve de nuevo a las pantallas 'Las campanas de Santa María' (1945) tras haber cosechado un gran éxito de crítica y público en su día, para contarnos la historia del Reverendo Padre Chuck O'Malley, un sacerdote católico de temperamento muy especial que llega destinado como capellán para dirigir espiritualmente el Colegio de Santa María, una escuela católica de una gran ciudad regentada por una comunidad de religiosas.
Entre él y la superiora, la hermana Mary Benedict, surgen discrepancias sobre los métodos pedagógicos que deben emplearse.
El padre O'Malley salvará al colegio de la ruina económica.
Con 'Siguiendo mi camino' (1944) forma esta película la vanguardia del cine de inspiración católica que se hacía en aquellos años.
El director de este film Leo McCarey está considerado por un amplio sector de la crítica como uno de los mejores realizadores de comedia del cine norteamericano.
Llega ahora de nuevo 'Las campanas de Santa María' (1945) uno de sus títulos que más fama le dio y en ella se notan las características más apreciadas de su cine: buenas costumbres, sentimientos elementales y algo de buen humor.
Sin embargo Leo McCarey está lejos de la maestría de un John Ford, por ejemplo, e incluso del hálito juvenil de Howard Hawks.
Su gracia o por mejor decir la caricia de la humanidad es mucho más gruesa, más dirigida a la galería y sobre todo menos profunda.
Por esta cinta han pasado los años y si la comparamos con 'Sargento York' (1941), por ejemplo, nos damos cuenta de que a pesar de sus pretensiones hay una larga diferencia entre una y otra.
Orientada hacia lo comercial, con presiones constantes del productor, la película se diluye poco a poco en una serie de escenas inconexas, en las que el relieve de la acción y la riqueza de los personajes se dejan a un lado para rendir tributo a Ingrid Bergman y a las cualidades de Bing Crosby como cantante.
Estas dependencias del star sistem y la prodigalidad con la que se usan los decorados y la iluminación nos producen una opresiva sensación de vejez y nos explica cómo el éxito de Hollywood llegó a una peligrosa situación de decadencia.
Ingrid Bergman y Bing Crosby realizan con eficiencia sus papeles a pesar de la falta de ideas del guionista y la inconsistencia de los tipos, mientras los demás actores se colocan en un discreto segundo término ahogados por la importancia de los dos intérpretes principales.
Posee escenas sueltas de calidad a lo largo de la trama con algún que otro gag que revelan el pulso ingenioso de su director en la puesta en escena con una estructura eminentemente teatral.
En definitiva una comedia por la que ha pasado demasiado el tiempo que ha dejado su huella y eso se nota.
Oscar al mejor sonido. Globo de oro a Ingrid Bergman. Premio OFTA. Premio Fotoplay. Premio de los críticos de Nueva York a Ingrid Bergman.
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