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CRITICA
Por: PACO CASADO
Vuelven a ponerse de moda las películas de robos perfectos llevados a cabo por ladrones de guante blanco que planean sus acciones como si se tratara de llevar a cabo una obra de arte. Y es precisamente eso lo que roba fundamentalmente el protagonista de este film, obras de arte de la pintura, valoradas en muchos millones de dólares.
Así cuando desaparece un cuadro de Rembrant se convierte en el primer sospechoso y tras él va una agente del seguro dispuesta a darle caza, pero se convierte en su más aventajada alumna que le ayuda a efectuar dos robos más, una máscara de incalculable valor y el banco más grande del mundo.
De esta forma el guion del interesante Ron Bass, responsable de los de 'Rain Man' (1988) y 'La boda de mi mejor amigo' (1997), logra encajar en el mismo tres acciones espectaculares, planeadas con minuciosidad y mimo por la desigual pareja.
Lógicamente en este tipo de cintas hay que contar con el convencionalismo, paliado aquí por la imaginación y la sagacidad que despliegan los protagonistas.
Otro de los juegos que mantiene el interés es el de no saber nunca en qué bando está cada uno y los vuelcos que al final da la historia.
Para llevarla a cabo se ha contado con la correcta realización de Jon Amiel, el director de 'Copycat' (1995) y de 'Sommersby' (1993), que se limita a poner en escena el relato con oficio y una gran habilidad.
En el apartado de los atractivos, hay que apuntar la siempre impresionante presencia del actor Sean Connery, que actúa con veteranía y solidez, con la elegancia de un caballero, respetando los años que le separan de su atractiva pareja a la que dobla en edad y cuyo personaje viste bien la belleza de Catherine Zeta-Jones, que avanza con pasos agigantados a lo más alto del estrellato cinematográfico.
En definitiva la acción, el suspense y el entretenimiento están garantizados que no es otra cosa lo que se pretendía con este interesante juego cinematográfico.
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