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CRITICA
Por: PACO CASADO
El director de 'Matar a un ruiseñor' (1962), 'Perdidos en la gran ciudad' (1960) y 'El gran impostor' (1960), Robert Mulligan es uno de los jóvenes realizadores norteamericanos que hace concebir esperanzas, ya que la línea de calidad y rigor de sus películas suele ser siempre interesante.
En 'Amores con un extraño' (1963) esa línea se refleja en la atención que presta a la realización.
Robert Mulligan es un director que se apoya extraordinariamente en el actor, pero no propiamente en la interpretación sino como material vivo, maleable a la hora de la actuación.
Su cine es de un relieve emocional en el que lo que se dice se manifiesta en una misma realidad, obligando al espectador a intuir los pensamientos profundos de los personajes, más allá del juego interpretativo.
En efecto las pausas del juego del actor, los silencios totales y las elipsis juegan en el proceso de la interpretación.
Tal vez sea consecuencia del interiorismo cinematográfico el interés que tienen los films de Robert Mulligan, en los que el contraste es demasiado visible.
'Amores con un extraño' (1963) es un cine lírico, lo que también es una constante en este director norteamericano, un cine de estados de ánimo, de almas individuales, en el que los desenlaces suponen una transición brusca que suelen defraudar por muy lógicos que sean.
Ángela y Rocky, ambos de origen italiano, se ven en un aprieto.
Ángela está embarazada y Rocky, autor del desaguisado, es un hombre al que apenas conoce.
Ambos planean con absoluta frialdad el aborto, pero durante estas largas y complicadas gestiones, acaban enamorándose.
El tema de la chica joven italiana, muy ceñida a su ambiente familiar, que un día se libera de él, en un baile al que va sola y tiene amores con un extraño, a título de experimento, que luego quiere deshacerse del hijo que ha concebido, podría tener el carácter de una crónica social o análisis de un ambiente, es aquí un asunto personal, un caso de experiencia individual.
La actitud del director impone al espectador una participación sin dramatismo, una convivencia sin compasión.
Los actores, más libres que nunca, se encuentran muy a sus anchas.
A veces Natalie Wood y Steve McQueen nos ofrecen una interpretación para la galería, en cambio en otros momentos se comportan como los grandes actores que son cuando la interpretación se lo pide.
Por lo mejores momentos se convierte en un título importante desde el punto de vista de su calidad..
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