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CRITICA
Por: PACO CASADO
Para los que no conozcan a Clara Peploe les diremos que además de ser esposa de Bernardo Bertolucci y guionista de algunas de sus películas, debutó como directora con Temporada Alta (1987), a la que siguió 'Hechizo en la ruta maya' (1995) y ahora ésta.
Ahora nos llega con su cuarto largometraje, que se basa en una obra teatral de Pierre de Marivaux que, como buena parte del teatro del siglo XVIII se centra en las intrigas amorosas.
Una princesa, enamorada de un joven príncipe desterrado, pretende devolverle su trono con una boda, aunque para ello tenga que llevar a cabo una serie de engaños, cambiar de personalidad y de sexo para enamorar a hombres y mujeres con tal de lograrlo.
El juguete escénico resulta ya a estas alturas de una gran ingenuidad, acostumbrados como estamos a lo que se ve hoy día en las pantallas, por lo que resulta naif y algo pasado de moda.
Sirve no obstante para lograr una buena reconstrucción de los ambientes de la época, con una luminosa fotografía, apreciable vestuario, en bellos escenarios naturales.
Da ocasión al lucimiento de dos grandes de la escena inglesa, Ben Kingsley y Fiona Shaw, que aupan a Mira Sorvino en un laborioso y correcto trabajo.
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