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CRITICA
Por: PACO CASADO
Está visto que en este país, que siempre ha tenido la enfermedad de la titulitis, ahora cualquiera hace una película, sin carnet de director, sin título oficial de una escuela, pública o privada, y sin que ningún sindicato se oponga a ello.
Para eso no hay más que ser famoso, lo que le da acceso a obtener algunos millones, no muchos, para producirla, porque la verdad es que el juego lleva aparejado el invertir poco dinero por si fracasa no perder demasiado, pero si triunfa, forrarse.
En esta ocasión ni siquiera se ha elegido a un director comercial para defender el engendro, sino que el propio protagonista, Juan A. Muñoz, uno de los componentes del dúo Cruz y Raya, se encarga además de dirigirla, colaborar en el guion y hasta de componer algunas de las desastrosas canciones que se cantan en su banda sonora.
Un gitano llamado Juan de Dios, es un hombre honrado, honesto y humilde, que vive en un barrio pobre, en un extremo de la ciudad con su familia, al que un día, de forma inesperada, le ocurre algo que le va cambiar su vida para siempre.
El argumento es parecido a los que escribía y rodaba Mariano Ozores en un mes, pero aquellos, aunque malos, tenían gracia.
En esta ocasión es un gitano que se ve metido en un lío al ser confundido su padre con un mensajero de una banda terrorista que va a poner una bomba en una conferencia Norte Sur, en torno al tema del terrorismo, que tiene lugar en Marbella.
El argumento no tiene ni pies ni cabeza, tan sólo va en función de su protagonista y encaminado a lograr una risa que no llega nunca.
El reparto está plagado de colaboraciones de amiguetes.
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