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CRITICA
Por: PACO CASADO
Bien es sabido que el crítico y realizador cinematográfico Éric Rohmer se planteó su obra para varios años contando con hacer varios films, hasta media docena, bajo el nombre y denominador común de "cuentos morales".
En cada uno de ellos ha tratado de exponer un problema y resolverlo, estudiando así de forma exhaustiva y completa al hombre de nuestros días frente a las dificultades de la vida que le ha tocado vivir.
Su realización es bastante clásica con casi absoluta inmovilidad de la cámara, como un Dreyer cualquiera, potenciando al máximo los diálogos y los personajes dentro del marco del decorado y encuadre escogido en la pantalla.
Director consecuente con su obra anterior y posterior, aunque conocido solamente en parte, con profundidad en los temas elegidos y donde los personajes se comportan de forma adecuada con lo que nos expone, en reacciones y maneras de conducirse.
De esta manera su visión de la vida y de su obra es compacta, unitaria, sin resquebrajaduras que le hagan sozobrar.
Siente Rohmer eminente preferencia por los personajes femeninos, a los que da mayor preeminencia, aunque aquí en "La rodilla de Clara" sea un hombre el eje central en torno al cual giran Aurora, Laura, Clara y la Sra. Valter y la novia omnipresente en el realto pero sin aparición física real.
El film está concebido como una especie de diario de vacaciones donde se nos va exponiendo las situaciones de cada día.
Película con una sexualidad soterrada, expuesta con gran delicadeza, con sentido del humor en ocasiones y con gran precisión hacia el objetivo final.
Una vez más vuelve a jugar Rohmer con el clásico triángulo de un hombre frente a dos mujeres, en esta ocasión el soltero, a punto de casarse que ha de enfrentarse con dos jóvenes de distinta manera de pensar.
Al termino del cuento, donde se trata principalmente del amor, casi siempre en forma verbal en ágiles y bien matizados diálogos, el protagonista habrá vivido una nueva experiencia que le hará volver al camino primitivo y recto del comienzo.
La cinta está hecha con una gran sencillez, sin complicaciones estilísticas, con una pulcra fotografía en Eastmancolor del catalán Néstor Almendros, con un buen trabajo interpretativo de Jean-Claude Brialy y las dos jóvenes estrellas debutantes, Béatrice Romand y Laurence Monaghan.
El largometraje fue premiado con el Premio Louis Delluc 1070 y obtuvo la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián.
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