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CRITICA
Por: PACO CASADO
Transcurren los años sesenta, cuando Eugeni Jofra Bafalluy, un joven que trabaja en una joyería, un día se enamora de una chica andaluza llamada Conchita Alcaide, de Huelva por más señas, a la que le oye cantar en un bar acompañada de su guitarra y a la que le propone formar un dúo musical con ella.
Al principio Conchita se resiste ya que desea cantar sola, pero tras enamorarse de él acepta crear el dúo Els Dos e incluso consiguen grabar algún disco, comenzando su camino como cantantes en 1965.
Cuando su madre enferma y tiene que acudir a su lado durante un tiempo, Eugenio comienza a actuar solo y para rellenar cuenta algún chiste y nota que hace gracia a la audiencia y a partir de ahí le proponen actuar como cómico de un humor absurdo que hacía reír por permanecer siempre serio y así llega a grabar algunas casetes que se venden en las gasolineras.
De esa forma llega a actuar en la radio e incluso es llamado por algunos programas de televisión, llegando a ser un humorista conocido en España, pero siempre conservando su tipo, su forma de vestir de negro, con gafas ahumadas, con una bebida en la mano, fumando, ya que dice que ese es su personaje y así escondía su miedo escénico y comenzando sus actuaciones solo, sentado en un taburete, con la frase en catalán Saben aquell que diu...
Esta película es un biopic en el que se trata de contar la historia del cómico catalán Eugenio, tratando de decirnos algo que no todos sabíamos, que comenzó como cantante en un dúo con la que después sería su esposa y madre de dos de sus hijos y terminó actuando solo contando chistes o narrando historias como él prefería decir.
Como suelen ser a veces los cómicos, era un hombre triste, desde la propia figura hasta la gracia de algunas de sus anécdotas, como también él las llama y sin olvidar sus tragedias familiares como la muerte de su suegra y posteriormente de su propia mujer.
Ciertamente su comicidad, siempre blanca, nunca se metía con la política, con el sexo, ni con los mariquitas, no era apta para todo el mundo, no a todos le hacían gracia sus chistes de humor absurdo, muy distante de la gracia andaluza, por ejemplo, eran unos chistes sin alegría, a veces tristes, y por decirlo de alguna manera, muy catalanes.
Tal vez tenía su forma muy personal de acercarse a la comicidad, de no reírse nunca en sus actuaciones, siempre serio y casi diríamos que ni siquiera en la vida, era un hombre que parecía que tenía parálisis facial, nunca movía ni un músculo de la cara.
Un apartado en la interpretación merece el actor David Verdaguer, que por muchos momentos nos hace creer que es el mismísimo Eugenio, al que copia hasta en la voz, ya que no se trata de imitarlo sino de personificarlo exactamente, así como el trabajo de Carolina Yuste.
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