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CRITICA
Por: PACO CASADO
El más prolífico y estrenado autor de teatro del momento actual, en España, se ha transformado paralelamente en el más adaptado al cine.
Y si bien dentro de los superficial y sin acabar que resulta su obra como consecuencia de su fecundidad, en el teatro hay que reconocerle valores, como aportación al cine nacional está resultando funesto.
Laura es una poetisa incipiente, que se cree incomprendida por Julio, su marido desde hace más de 20 años.
Ha aceptado alagos de Daniel, un compañero de trabajo de su marido hasta el punto de comprometerse a abandonarlo todo y huir con él a Estocolmo, pero la víspera de San Juan cambiará sus planes.
En el último momento debe regresar para recoger el pasaporte.
En sólo unas horas el mobiliario ha cambiado y una bella mujer está ocupando su lugar; asegura ser la esposa de Julio y que han transcurrido diez años desde la noche anterior.
Estamos ante un caso de simbiosis al revés, puesto que tanto él como el cine nacional se ve perjudicado por esta transfusión de arte escénico, como la obra de Alfonso Paso ante la imposible traducción de sus obritas.
Si alguien saca beneficio de este experimento masivo de filmar su teatro (Por ejemplo: Hay alguien detrás de la puerta, Usted puede ser un asesino, Prohibido enamorarse...) sin el menor tratamiento cinematográfico del temas, es el crítico, que puede constatar que el autor es plenamente teatral.
Domina, en efecto, a la perfección los escasos recursos de un teatro pobretón, de elenco reducido y con actores endebles, que ha de trabajar a media máquina por mor de las dos funciones diarias.
Alfonso Paso sabe escoger los temas teatrales, que tienen sentido sólo y únicamente en el teatro.
El cielo dentro de casa es tópico.
Lo que en otra obra pudiera ser falta de recursos, los reducido y endeble del elenco, el decorado único, el público ignorante, sirve aquí a las necesidades del tema.
Y aunque no nuevo, el recurso del paso del tiempo con salida a la fantasía es convincente y efectivo.
Per en cine, el truco deja de ser convincente y se transforma en efectista.
La deliberada pobreza se hace pura astenia.
La línea de narración se diluye y disuelve.
Sólo una buena dirección y una interpretación de esas que se hacen hoy en todas las cinematografías importantes, hubiera podido salvar el empeño, produciendo una obra, ya no brillante y cinematográfica, sí aceptable dentro de su hibridez.
En este caso, no hay nada de eso.
El tema se folletiniza; la elementalidad teatral de los tipos, se aumenta aún.
Falta el clima y falta el ritmo.
Y el espectador inteligente termina fuertemente deprimido, sólo satisfecho de la refrigeración de la sala que en este tiempo puede justificar una tarde perdida con una mala película.
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