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CRITICA
Por: PACO CASADO
Mel Brooks dijo en cierta ocasión que él era el mejor cómico del cine norteamericano actual, ya que Jerry Lewis apenas hace cine y Woody Allen se ha vuelto dramático.
Aunque esto pueda tomarse como una pedantería tal vez no le falte razón, ya que Woody Allen se está poniendo algo serio.
A base de imitar a Ingmar Bergman en 'Interiores' (1978) y ahora quiere hacer algo parecido con Federico Fellini con su 'Ocho y medio' (1963) el cambio se confirma.
Ante esto cabría preguntarse si con ello Woody Allen gana o pierde.
Posiblemente el gran público prefiera mejor al cómico, al de sus comedias llenas de risas, ironía y crítica sana.
Con ponerse serio no es que su cine pierda calidad, tal vez se enriquezca, ya que demuestra que en él no sólo hay un actor que hace gracia, sino también un director que es capaz de ganar un Oscar, de hacer cine importante y profundo, a la europea, mediante el cual parece que se psicoanaliza mejor, ya que el cine es su lenguaje, el medio que mejor domina.
En esta película el director neoyorquino hace balance de sus amores, de su trabajo, de su vida y de la fama que lo catapulta tras los éxitos de 'Annie Hall' (1977), 'Interiores' (1978), 'Manhattan' (1979).
Y nos muestra el infierno cotidiano de las mil y una peticiones, de las galas benéficas, de los coloquios absurdos, de las conferencias, de los autógrafos, de los admiradores que pueden matarlo (recuerden la tragedia de John Lennon), de los productores, del público, de los antiguos compañeros, de todos los inconvenientes que tiene el ser famoso.
Se repiten sus constantes: su obsesión religiosa ("para Dios yo no soy ateo, pero sí la leal oposición"), su complejo de hombre bajito, feo y tímido, su preocupación por el sexo (sus amores con tres mujeres).
Encarna aquí a un director de cine que tiene que pasar un fin de semana en un pequeño festival en el que se proyecta una retrospectiva de sus films y tiene que aguantar los coloquios, los fans, la fama...
Ante este infierno de la fama, Woody Allen se refugia y se confiesa a través de su cine, pero no a la manera autocomplaciente de Federico Fellini, (se comparó con Amarcord (1973)), sino de forma sincera e indagatoria.
Por eso 'Recuerdos' (1980) no podía ser sino una búsqueda íntima y pública a un tiempo, de un artista acorralado, pero con auténticos recursos, como lo demuestra aquí.
Su cinta sorprende porque adopta una forma distinta a la que le es habitual de contar sus cosas.
Ha cambiado de productora y ha modificado su estilo de narrar.
Estas reflexiones parecen el final de un camino, no sabemos cuál será el próximo a tomar.
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