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CRITICA
Por: PACO CASADO
Bill Markhan, ingeniero, con Jean su esposa, su hijo Tommy y su hija, están en la selva del Amazonas construyendo una presa.
Un día Tommy, de 7 años, desaparece misteriosamente raptado por un jefe indio de la tribu de los hombres invisibles.
Estos son los que más se enfrentan a la degradación que se hace de su entorno y de su medio de vida.
Durante diez años, a medida que la presa se construye, Bill hace incursiones por la selva para localizar a su hijo.
Entre tanto el muchacho, crece y vive en la tribu como un indio más y está prometido a la hija del jefe, la bella Kachiri.
Un día Tommy encuentra a su padre, herido por los indios Feroces, se lo lleva, le cuidan, le curan y cuando va a volver con su esposa llevándose al chico, éste se niega, ya que su vida está en la tribu y se tiene que volver solo.
Pero los Feroces atacan fuertemente, las mujeres son raptadas y prostituidas entre ellas Kachiri y Tomy busca la ayuda de papá.
Bill, acompañado de otros hombres, aniquilan a los Feroces y viendo que la salvación de la tribu depende de la presa, piensa en dinamitarla, pero un gran temporal se encarga de destruirla.
Aunque John Boorman es un director que la mayoría de sus películas se inscriben en el género de aventuras, y a pesar de que no todas tienen el mismo nivel, lo que no se le puede negar es que su cine resulta siempre mínimamente original, al par que trata de trascender la aventura.
Recuérdese en este sentido algunos títulos como 'A quemarropa' (1967), 'Infierno en el Pacífico' (1968), 'Deliverance' (1972), 'Zardoz' (1974) o 'Excalibur' (1981), cinta esta última donde se unían la leyenda y la historia.
En esta nueva aventura parte de una noticia real, la pérdida del hijo de un ingeniero peruano en la selva, encontrado diez años más tarde, tras denodada búsqueda a cargo de su padre, convertido en el guerrero número uno de la tribu de los hombres 'invisibles'.
John Boorman ha cambiado algo la historia real, convirtiendo al ingeniero en norteamericano y trasladando los hechos a la selva amazónica brasileña, pero ha respetado la esencia, y sobre todo, le interesa lo que se saca en conclusión: el choque entre dos culturas tan distintas como la de estos hombres salvajes que nunca han tenido contacto con la civilización, que viven sus costumbres, respetando a los hombres blancos y que, sin embargo, éstos les amenazan constantemente poniéndoles, cada vez más cerca, el límite de su mundo.
Para dar más emoción al relato, Boorman introduce escenas espectaculares, como el rapto de las jóvenes indígenas y su consiguiente rescate del burdel o en el tramo final el rompimiento de la presa.
El film posee otras secuencias de gran tensión, como la persecución del padre por los hombres Feroces, que sube el tono dramático de la trama, o la escalada del edificio para el rescate de las mujeres.
Está muy bien contada, con una bellísima fotografía de Philippe Rousselot y adecuada música de Brian Gascoigne y Junios Homrich, lo que la hacen una obra sumamente interesante.
La cinta posee además un mensaje vagamente ecológico y un interesante estudio del hombre natural de la selva amazónica,
cuya vida auténtica de los indios del Amazonas queda fielmente reflejada como un magnífico documental.
Posee también un valor etnológico y etnográfico por encima de la aventura.
La película tuvo el honor de ser seleccionada para la clausura del Festival de Cine de Cannes, fuera de concurso.
Fue nominado a tres premios Bafta: la fotografía, la música y el maquillaje.
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