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CRITICA
Por: PACO CASADO
Para hacerle la competencia al exitoso agente británico James Bond, los norteamericanos crearon otros similares, aunque con características distintas, como Flint y Matt Helm.
El primero era un agente secreto más técnico, en cambio este último es más cómico.
Junto a las siempre emocionantes y excitantes aventuras exóticas, Matt Helm añade también lo atrayente del sexo, que es elemento clave y fundamental en casi todas sus películas.
'La mansión de los siete placeres' (1968) es el cuarto título de la serie protagonizada por el agente secreto Matt Helm, del Servicio Especial norteamericano, que encarna Dean Martin, en el que de alguna forma siempre está rodeado de chicas guapas, ya que no se resiste a los encantos femeninos de las mismas.
No hay más que echarle un vistazo al reparto de 'La mansión de los siete placeres' (1968) para confirmarlo, ya que en él se encuentran presente tres de los nombres de las actrices más explosivas del momento actual: Elke Sommer, Sharon Tate y Nancy Kwan.
Aquí ese tema llega a límites insospechados, hasta el punto de que la aventura principal, la acción de la misión, que debe ser el hilo conductor y eje principal de la misma, queda prácticamente anulada por los lances amorosos del protagonista que se suceden sin solución de continuidad.
Un billón de dólares en oro ha sido robado de un tren en Dinamarca.
Esa cantidad puede provocar una crisis financiera en los mercados a nivel mundial.
El principal sospechoso es el Conde Massimo Contini.
Los norteamericanos envían a Europa a su mejor agente secreto, Matt Helm, para que recupere el oro para lo que dispone de cuatro o cinco días, antes de que la prensa divulgue el suceso, ya que puede provocar una catástrofe mundial.
Por su parte los ingleses mandan a Freya para ayudar a Matt Helm, pero parece que ésta ocasiona más problemas que los que tiene que resolver como es su misión.
La diferencia entre las novelas y los films es que éstos tienen un claro matiz cómico del que carecen los libros.
Una más de aventuras de la llamadas de agentes secretos en la que abundan las persecuciones y peleas habituales con exaltación del valor y del ingenio del protagonista para resolver el caso, en lucha singular frente a una poderosa y bien organizada banda.
Es una cinta con cierto ritmo en la realización, pero con un guion muy flojo, lo que supone un paso atrás en la carrera directiva de Phil Karlson al que recientemente veíamos en televisión su espléndida 'El cuarto hombre' (1952).
Como dato curioso las escenas de karate fueron supervisadas por Bruce Lee.
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