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CRITICA
Por: PACO CASADO
El guionista y director Jaime de Armiñán nos ofrece regularmente un trabajo cada año, cuando no dos, en los que, a priori, se puede tener confianza de un producto bien hecho y de indudable calidad.
Generalmente sus películas parten siempre de una idea interesante, que suele estar muy bien desarrollada a través de una buena puesta en escena y con un gran guion bien desarrollado y además van acompañados de una buena aceptación comercial de cara a la taquilla, aunque eso le importa menos a su autor.
En esta ocasión se trata de una pareja compuesta por César, el Gran César para los carteles, nieto de Constantina Comesaña, reputada bruja gallega, pasea su espectáculo de cine y magia por todo el territorio nacional, a bordo de un autobús que ha convertido en su cómodo domicilio.
Viaja en compañía de Pilar Esmeralda, su cuñada y amante compañera con la que ha escapado en el autobús, que le sirve de casa y desde el cual van dando cine por los pueblos donde no hay un lugar para ello.
César se hace pasar por un gran mago viajando de una ciudad a otra y timando a quien quiera ofrecerle dinero.
Junto a esa magia, la del Gran César que, tras la sesión cinematográfica, ofrece su número revestido de una capa y de un bonito turbante oriental.
Así ambos recorren las mágicas tierras gallegas, llenas de encanto, de belleza y de brujería, como suele ser frecuente por aquellos lares.
Son una pareja acomodada en la cotidianeidad del trabajo que se han impuesto.
A ellos un día se les une una chica, Saga, una bruja de verdad, que sirve como de elemento catalizador, que hace que su magia se haga realidad, a la que recogen por el camino, que tiene algo de enigmático y también de bruja, que les sacará de su habitual monotonía.
Saga va a traer las más insólitas inquietudes a la aburrida pareja, porque Saga es una hermosa y entrañable meiga de las muchas que pueblan los bosques gallegos.
Prácticamente a las relación que llevan a cabo los componentes de este original e insólito triángulo se reduce toda la narración de este film, con la breve intervención de Rubén, una especie de caballero montado en un blanco corcel.
Esta corta anécdota da pie al director Jaime de Armiñán para recrear la puesta en escena basada en el magnífico trabajo del trío protagonista, que rivalizan por estar cada uno mejor que los otros, ya que son tres de los mejores actores de nuestro cine: Francisco Rabal, Concha Velasco y Victoria Abril.
Jaime de Armiñan consigue darnos una película mágica por partida doble, la magia de César y la del cine, en escenas espléndidas como esa pantalla que surge del mar ofreciéndonos las imágenes, la magia de Saga y también la de Galicia.
Paco Rabal y Concha Velasco fueron premiados en la Seminci de Valladolid y la cinta fue propuesta al Oscar en las de habla no inglesa, siendo la tercera vez que una de este director concurre a esos prestigiosos premios. Fotogramas de plata a la mejor actriz para Victoria Abril.
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