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CRITICA
Por: PACO CASADO
De todas las películas de Carl Reiner la que mejor recordamos es 'Cliente muerto no paga' (1992).
En ella se hacía un acopio de todas las características de los film policíacos o de cine negro y se componía una estupenda producción sobre el tema.
Ned Ravine, un policía que ejerce como abogado, es seducido por una mujer y engaña a su esposa, sin saber que ella lo está engañando a él con un mecánico con el que vive una aventura y además planea matarlo en colaboración con su amante.
Al comienzo de Distracción fatal (1993) no pudimos por menos que acordarnos de aquella cinta, aunque fuera tan sólo por el tono de la narración en off, de la música o del ambiente en que transcurre la acción, de auténtico cine negro al estilo de las películas de Humphrey Bogart, con el clásico detective vigilando a un sujeto.
Pronto el argumento se desvía a la parodia y el protagonista, tras atraparlo, se convierte en su abogado defensor, lo cual ya de por sí es un absurdo, complicado con su situación matrimonial, cuya esposa está liada con un mecánico y quieren asesinarlo, su secretaria está locamente enamorada de él, una tercera mujer también lo quiere y le persigue, así como un asesino que sale de cárcel que desea darle muerte.
Todas estas complicaciones dan lugar a parodiar escenas copiadas de películas como 'El cabo del miedo' (1991), 'Atracción fatal' (1987), 'Perdición' (1944), 'El cartero siempre llama dos veces' (1981), 'Instinto básico' (1992) y muchas más que se van pescando a lo largo del desarrollo de la acción, sobre todo por aquellos que sean muy cinéfilos o buenos aficionados al cine, que rápidamente captarán la intención del realizador.
En este sentido se asemeja a las parodias que suele hacer Mel Brooks o de las series de 'Aterriza como puedas' o 'Agárralo como puedas', pero por supuesto hecha con más inteligencia, de manera más refinada y menos burda que aquellas, lo que tal vez dé lugar a que los títulos reseñados sean más comerciales, pero de menos calidad en su puesta en escena desde el punto de vista cinematográfico.
El director Carl Reiner echa mano hasta del cómico para admitir que el protagonista aparezca con la camisa blanca marcada por las ruedas de un autobús que le ha atropellado sin que le haya sucedido nada, o que tenga un armario con dos docenas de trajes todos iguales y del mismo color para cambiarse y cosas tan absurdas que mueven a la risa al espectador.
Los actores dan la sensación de pasarlo muy bien rodando esta alocada comedia, de la que algunos detalles se escapan, debido a la acumulación que se hace en el guion.
El film no pierde el ritmo ni un sólo momento y el público no para de reír.
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