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CRITICA
Por: PACO CASADO
En la última década del presente siglo Fernando Trueba, uno de nuestros directores más intencionales de nuestro siglo y en posesión de un Oscar, tan sólo ha llevado a cabo tres títulos, 'El olvido que seremos' (2020) basado en la vida del doctor Colombiano Héctor Abad Gómez, 'Dispararon al pianista' (2023) en la que experimentaba por segunda vez con el género de la animación tras 'Chico & Rita' y ahora esta 'Isla perdida' (2024) en coproducción con Estados Unidos y Colombia.
La historia se sitúa en una perdida isla griega a la que llega ╡Áex, una mujer española que ha sido contratada para hacer de chef, que acude tarde a la cita, debido a que en Italia le quitaron el bolso, perdiendo así el pasaporte y el móvil con el número del teléfono del restaurante para poder avisar, por lo que pierde el puesto, no obstante Max, el norteamericano propietario, se apiada de ella y la ofrece el puesto de camarera.
El gerente y dueño, Max, que huye de su pasado, termina enamorándose de ella, al igual que Enrico, el compañero brasileño al que todos llaman Chico, que hace que las tensiones sexuales aumenten, lo que origina los celos del primero.
Los sentimientos en las relaciones se leslizan lentamente hacia un triste y duro final en lucha por la supervivencia conforme se van conociendo los secretos ocultos del protagonista que hace que aumente la emoción, la intriga y el suspense de la trama.
Alex sabe muy poco o casi nada de del pasado de Max, ya que él no le cuanta casi nada de su vida, pero Chico se encarga de investiga en el oscuro pasado de su oponente, lo que origina algunos de los momentos más emocionantes del último tercio de este relato que adquiere tintes policiales.
El guion, dividido en tres de las estaciones del año primavera, verano y otoño, original de Fernando Trueba escrito en compañía del guionista y autor de comics Rylend Grant hace tiempo, va dejando caer muy lentamente algunos aspectos de la trama y fundamentalmente de las relaciones entre Álex y Max que constituyen bastantes minutos de la misma, para acabar de una forma bastante trágica.
El film posee un estupendo trabajo de un sobrio Matt Dillon en el personaje de Max, un hombre ambiguo, sombrío y triste debido a su pasado del que oculta muchos aspectos de su vida y de Aida Folch, la alegre camarera, en su tercer papel para Trueba, que constituyen la pareja protagonista.
Por su parte la música del compositor polaco Zbigniew Preisner tiene un cierto protagonismo.
En cuanto a la labor directiva de Fernando Trueba recupera su cine más clásico, aunque hemos de decir que no es ciertamente el mejor título de su filmografía, un tanto alargado, pero que indudablemente se sigue con cierto interés ya que en él se mezcla el romance amoroso con el aspecto policiaco que adquiere el relato en los últimos metros de la proyección.
Llama la atención el tonillo en el habla de los protagonistas de un castellano que posiblemente sea de la versión colombiana.
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