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CRITICA
Por: PACO CASADO
En 1961 Walt Disney hizo una versión en dibujos animados del cuento de Dodie Smith Los cientos y un dálmatas, que fue un gran éxito.
La propia factoría Disney decidió hacer una versión del mismo relato treinta y seis años después, aprovechando las nuevas técnicas que permiten mezclar perros reales con animatrónicos.
Dado el nuevo éxito, cuatro años después se inventan una secuela en la que la famosa Cruella de Vil, ya curada y amante de los animales, es puesta en libertad condicional. Pero el sonido del Big Ben de la torre de Londres, le hace volver a sus malévolos principios y en compañía de un desastroso y torpe diseñador de modas, intenta de nuevo hacerse el famoso abrigo con la piel de los moteados perritos dálmatas.
Los que han de luchar contra ella esta vez es una chica que es su vigilante de la condicional y un joven que tiene un almacén donde recoge a los animales que encuentra, entre ellos un loro llamado Bocazas que es quien se lleva la función de calle.
En el reparto una Glenn Close que aguanta al final carros y carretas con tal de hacer reír al respetable público infantil, aunque sea con las más ridículas situaciones, ayudada por un histriónico y gordo Gerard Depardieu.
Kevin Lima, director del Tarzán animado de la factoría, se pasa a hacer su primer film con personajes de carne y hueso, que resulta divertido para los pequeños, sin otras pretensiones.
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