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CRITICA
Por: PACO CASADO
A pesar de que la filmografía del salmantino Antonio Hernández ha transcurrido hasta ahora por senderos intimistas, cambia el chip y se adentra en el terreno épico al hacerse cargo, tras la muerte de José María Sánchez, de la adaptación de la novela de Sarah Bradford, Lucrecia Borgia, un relato de gran rigor histórico sobre la ambición, el poder y las desventuras de esta familia valenciana, sus conflictos y odios familiares, los crímenes y las batallas que cometieron, quedando eclipsado lo que hicieron de mecenazgo por el esplendor cultural de la época, con personajes como Miguel Ángel, Copérnico, Leonardo da Vinci o del movimiento renacentista, destacando más la ambición por el poder y el interés por convertir el papado en un reino independiente.
La rivalidad con las familias italianas de los Colonna, los Sforza, los Medici y los Orsini, hicieron que prevaleciera la leyenda negra que sobre sus crímenes, odios, adulterios, envidias, orgías, venganzas e incestos que cometieron, alentados por escritores como Alejandro Dumas o Victor Hugo que los convirtieron en paradigmas de la perversión en aras de conseguir el poder y la gloria, siendo su mayor víctima Lucrecia Borgia, quien fue moneda de cambio para los intereses de su padre y de la familia para tejer alianzas con sus matrimonios.
La película trata de dulcificar esa terrible visión de algunos de sus miembros, caso de Lucrecia, pero no puede evitar mostrar la corrupción y demás fechorías para lograr el objetivo.
El film, que abarca el período de 1492 a 1507, arranca con la consecución del papado por Rodrigo Borgia convertido en el Papa Alejandro VI, quien nombra capitán de los ejércitos a su hijo mayor Juan, cardenal al segundo César quien poco después abandona los hábitos a la muerte de éste de la que es acusado así como de la de su cuñado Alfonso de Aragón.
El guión busca fundir las aventuras con el rigor histórico, al tiempo que reflexiona sobre la ambición en el ejercicio del poder en cuya acción no hay ni un personaje que se salve, así como una visión de la Iglesia bastante deplorable que llevó a Lutero a proponer la reforma, con un resultado bastante irregular dando la sensación de que falta algo entre las secuencias, que posiblemente se pueda ver en la miniserie posterior que se hará con todo lo rodado.
Antonio Hernández hace una deslumbrante puesta en escena de gran belleza, cuidado vestuario y muy bien elegidos los escenarios reales en los que ocurrieron los hechos, con algunos momentos bastante logrados.
En el capítulo interpretativo excelente Lluís Homar y a menos altura un discreto Sergio Peris-Mencheta, que cargan con el peso de la cinta, bien seguido por un buen elenco de actores, entonada fotografía que saca buen partido de los escenarios y lograda música de Illarramendi.
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