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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el cine americano actual sigue sucediendo lo mismo que en su época dorada, que los directores europeos son los que suelen hacer las películas con entidad, de historias con personajes con sentimientos.
Al rancho de Einer llega Jean, su nuera, en compañía de Griff, su hija de 11 años, huyendo de los malos tratos de su actual novio. Einer le cree responsable de la muerte de su hijo y no la ha perdonado, como él también se culpa de lo que le sucedió a su empleado y amigo Mitch al que cuida por ello con mimo.
El roce constante, el conocerse, el convivir, el tolerarse, hace que se vayan limando las asperezas, se comprendan, aprendan a vivir juntos y llegue el perdón a este drama familiar.
Los adultos tienen un pasado, un secreto, y buscan una segunda oportunidad de ser felices, mientras que la niña tiene el futuro por delante.
El guión, de Mark Spragg y su esposa Virginia, posee un esquema muy sencillo, a veces hasta previsible, pero lo que le ocurre a estos personajes vulgares nos llega porque les suceden las mismas cosas, como pueda ser los malos tratos, o el personarse a sí mismo y a los demás, capaces de olvidar el pasado o de entregarles su amistad.
Es interesante la manera vistosa que tiene el director sueco Hallstrom de mostrarlos y de enseñarnos sus buenos sentimientos y su humanidad.
Narrada con solidez, con un estilo definido y un ritmo muy particular, como lo hacía en Las normas de la casa de la sidra, y nos muestra a los personajes, pero sin decantarse por unos ni por otros, sin juzgarlos, bastante tienen con su dolor.
Cuenta con dos actores veteranos que actúan con la misma naturalidad con que respiran, con la sabiduría que le dan los años, capaces de transmitir las emociones simplemente con la mirada. De ellos se contagia una muy correcta Jennifer Lopez.
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