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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los triángulos amorosos tal vez sean de las fórmulas más utilizadas en el cine y por ende, diríamos que también más gastadas.
Pero, a veces, cuando se encuentra una forma distinta de decir las cosas en una pantalla, hasta lo más habitual y manido nos puede parecer nuevo y diferente.
Alan Rudolph era hasta hace poco un director de cine independiente con pocas películas en su haber y unos conocimientos aprendidos de Robert Altman, director con el que colaboró en diversos guiones de sus películas.
Generalmente en las producciones de cine independiente, los escasos medios se suelen suplir con inteligencia e ingenio, y eso es lo que hizo Rudolph en esta película.
Comenzó por elegir bien a los personajes. El protagonista es un vivo, apuesto y enamoradizo, que solo besa a aquellas mujeres con quienes se casaría. Un día entra en un bar y se enamora de Eva. Con ella vive una radiofonista que lleva un consultorio radiofónico sentimental, que se dedica a dar consejos sin tener ella misma mucha experiencia en el terreno amoroso. Micky, que así se llama el protagonista, se enamora de ella y tal vez se case con aquella que menos le convenga.
La película posee un guion en el que nada es nuevo, salvo la forma de la puesta en escena y la manera de combinar las distintas situaciones.
Una tercera pareja enbrollará las relaciones del triángulo a base de una serie de encuentros frutos de la casualidad.
La dirección es inteligente, muy bien apoyada por un quinteto de actores que encarnan a cada uno de los personajes de un amanera humana y sencilla, lo que dota a la película de un cierto encanto, que hace que se deje ver con agrado, adobada con una música inteligentemente elegida.
Si bien no es una película perfecta, sí tiene momentos muy logrados y situaciones bien resueltas.
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