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CRITICA
Por: PACO CASADO
El Oscar a la mejor película de habla no inglesa a veces nos da la sorpresa y esta película se lo llevó cuando había otros títulos que, a priori, eran los favoritos.
Merecido galardón junto a los 10 premios de la Academia del cine japonés, el gran premio de las América en el Festival de Montreal o el del público en el de Palm Spring ya que es una obra notable.
La música como vocación es el punto de partida de una historia que habla de aspiraciones, de metas profesionales enfrentadas a los designios de los juegos del destino.
Daigo Kobayashi es violoncelista y cuando la orquesta en la que trabaja se disuelve, se marcha con su esposa Mika a Yamagata, su pequeña ciudad natal, a la casa que su madre le dejó al morir y donde vivió durante su infancia, cuando su padre les abandonó.
Daigo acusa ese abandono de niño, queda desorientado y no tiene claro sus futuro musical al perder la confianza en sí mismo.
En su pueblo entra a trabajar en una empresa que se encarga de embalsamar cadáveres, cosa que le oculta a su esposa a la que le dice que organiza ceremonias de despedidas y ella piensa que es una agencia de viajes.
Es un oficio que socialmente está mal visto, pero terminará comprendiendo la importancia de su trabajo.
Las ceremonias familiares y vínculos de comunidad, unidas a las poderosas enseñanzas del maestro Sasaki van encajando al protagonista en una nueva forma de subsistencia, donde el hogar de su infancia le evoca dulces recuerdos y vacíos dolorosos.
Esta historia de amor, de redención y de superación personal es una aproximación a la muerte y los aspectos que le rodean para acabar siendo un canto a la vida, con la reconciliación en las relaciones paterno filiales, por encima de rencores pasados, lo que hace con hondura al tiempo que expone, casi a manera de documental, cómo son esas ceremonias fúnebres orientales.
Este emotivo drama nos muestra cómo en la cultura japonesa se exploran sentimientos como el afecto y la pérdida de un ser querido llevando a cabo con gran precisión el ancestral rito de la muerte en el país asiático, analizando el tema con vitalidad y con un álito de esperanza.
Takita empezó haciendo cintas porno hasta que entró en el cine comercial distanciándose del cine vanguardista de su país y ahora se acerca al melodrama, género que llega a todos los públicos, y lo hace con corazón pero dejando a un lado el aspecto más tremendo de la tragedia.
Expone el dolor por la pérdida de los seres queridos con sensibilidad al tiempo que reflexiona con naturalidad sobre la vida, en donde también tiene cabida algunos momentos de comedia.
En cine hablar de la muerte es fácil caer en el exceso, pero no ocurre así en esta bella película del director de La espada del samurái (2003), que posee un buen guion y una primorosa e influyente banda sonora, con un enfoque serio, a través de un ritmo lento y un correcto trabajo de los actores.
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